Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros. Filipenses 1: 3
En casi todas sus cartas, Pablo empieza con acción de gracias. ¡Bueno es ver a Pablo mostrando su agradecimiento por sus hermanos en Cristo!
Está gozoso de pensar en sus hermanos y dice: Doy gracias a mi Dios. Pablo expresa aquí su profunda relación de fe en Dios: “Él es mi Dios y a Él le doy gracias por mis hermanos”. Estas palabras son un fiel testimonio de la vida de Pablo. Esta confesión trae a su memoria las experiencias vividas con su Señor, su encuentro personal con el Señor, su conversión y el llamamiento por Él a predicar el evangelio.
Sus gracias continuadas quedan manifestadas al dar gracias a Dios, siempre que me acuerdo de vosotros. ¡Qué hermoso es tener un corazón agradecido! Pablo conocía a sus hermanos, había trabajado entre ellos, y a pesar de estar en prisión, les sigue recordando. Están muy lejos de él, pero tiene el recuerdo de haber pasado mucho tiempo juntos, recuerda su compañerismo, su amor, su ayuda, las dificultades, etc., y ahora su corazón se inunda de agradecimiento. El gozo de Pablo al recordar a sus hermanos en Cristo es digno de imitar.
Agradecer a Dios por los hermanos es algo que se debe hacer frecuentemente. ¿Qué pasa cuando te acuerdas de tus hermanos? ¿Te enojas, te desalientas, te entristeces,... o te gozas? ¿Oras por ellos? ¿Das gracias a Dios por tus hermanos? Es de esperar que te goces en el Señor agradeciendo por tus hermanos.
Pablo tuvo también experiencias amargas en Filipos, pero no guardaba esos malos momentos porque podrían llevarle a resentimientos. Prefería recordar el amor, la fidelidad y la comunión de la iglesia. Pablo en realidad amaba a estos hermanos. Los creyentes debemos hacer lo mismo.
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