viernes, 21 de febrero de 2014

Que tu día no se arruine, ¡impídelo!

Además, no pequen al dejar que el enojo los controle. No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, porque el enojo da lugar al diablo.” Efesios 4:26-27 NTV
El enojo suele causar desastres cuando no es controlado. Tomemos como ejemplo a un varón que ha sido despedido de su trabajo injustamente. Se siente molesto, indignado y busca a su jefe para poder conversar con él, pero su enojo es tan grande que en vez de hablar, grita y exige. Su jefe por más que intenta tranquilizarle no puede, así que hace que los guardias le saquen. Este hombre, furioso, se va a su casa donde se encuentra con su familia; cuando llega y su esposa le pregunta “¿qué pasó?”, él responde muy rudamente que le despidieron, y cuando ella pregunta la causa, él, enojado, le grita que no sabe por qué y se encierra en su cuarto. Ella queda muy dolida por el trato que recibió. El día acaba sin que nadie hable del tema y en un ambiente tenso en toda la familia.
El enojo es una emoción natural que surge como producto de una frustración sentida hacia una persona o hacia nosotros mismos; surge también como una impresión de avasallamiento de nuestros derechos personales, así como de nuestra percepción de injusticia, entre otras causas.
Y muchas veces al dar lugar al enojo, llegamos a desquitarnos con las personas que más cerca tenemos, lastimándolas. El varón del ejemplo no controló esta emoción que le llevó a romper la amistad con su ex jefe, quien posiblemente, más adelante le hubiera vuelto a contratar, y su manera de reaccionar dejó mucho que desear. También llevó su enojo a su hogar, y su esposa pagó por algo de lo que no era responsable.
Los psicólogos apuntan que una persona irritada puede fácilmente estar equivocada en sus reacciones, porque la ira, el enojo y la frustración causan una pérdida en la capacidad de controlarse y pensar con claridad.
El consejo que nos deja Pablo en Efesios es muy importante, pues si hay algo que te ha pasado y te ha provocado ese enfado, no debes permitir que esa emoción te controle, que te robe tiempo, ni te afecte.
También Santiago 1:19-21 dice: “Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse. El enojo humano no produce la rectitud que Dios desea. Así que quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma”.
Aparta todo el enojo que tengas hacia alguien y no permitas que ese momento irritante te quite bendición. 

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