miércoles, 5 de febrero de 2014

La última palabra - Ánimo en mensaje

Recuerdo con nostalgia mis primeras clases en la Universidad, cuando estaba llena de temores, de sueños y de expectativas. Mi profesora, a quien nunca logré agradarle, nos dijo “el lenguaje crea realidad, y cuanto antes lo entiendan mucho mejor”. Esa frase se me quedó siempre dando vueltas en la mente, y hasta el día de hoy es parte de mi “filosofía”. Efectivamente, el lenguaje crea realidad, lo que yo digo comienza a ser un hecho, algo que veo y que existe.

Cuando uno está enamorado y habla de la persona que ama, parece que la amara aún más, es como si todo lo bueno que tiene se hiciera aún más evidente, como si a consecuencia de lo que va diciendo, se fuera dando cuenta y valorara más al compañero o compañera que tiene. 

Cada vez que hablo construyo una realidad. Por ejemplo, si comienzo el día diciendo que es horrible, que será pesado y que está lleno de cosas que no tengo ganas de hacer, mi disposición frente a este día que comienza evidentemente no será la mejor, y mi día se orientará de acuerdo a lo que he declarado con mi boca. Por el contrario, si comienzo mi día declarando que será bueno, que tendrá situaciones difíciles pero de ellas aprenderé, que soy optimista respecto a lo que vaya a ocurrir, mi disposición y ánimo también cambiará.

Tiempo atrás leí la historia de un hombre con cáncer en la garganta y que en breve plazo no podría hablar o emitir sonidos, puesto que la única forma de salvarle la vida era extirparle todas las estructuras físicas encargadas de esta importante función. El mismo día de la operación, en la camilla y antes de que le adormecieran por completo para empezar la intervención quirúrgica, el médico le preguntó si había algo que le gustaría decir, porque esas serían las últimas palabras que emitiría. El hombre, tendido sobre la camilla, con sus ojos puestos en los del médico, balbuceó una palabra que no se entendió muy bien, la volvió a repetir sin ser escuchada por el doctor pero sí por el anestesista que estaba a su lado, y la repitió hasta quedarse totalmente dormido…
Al terminar la operación con éxito, extirpándole el tumor canceroso y transformando al paciente en una persona sin la posibilidad de hablar, el doctor se acercó al anestesista y, con curiosidad le preguntó cuál fue la última palabra del paciente. El anestesista le miró y sonriéndole le dijo: “Su última palabra fue JESÚS”.

Me pregunto y les pregunto a ustedes ¿cuál sería nuestra última palabra si estuviéramos en esta situación? Yo quiero que mi última palabra también sea JESÚS…. ¿Y la tuya?


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