Un día, Juliana comentó con su madre que asistiría a uno de estos castings. Desbordaba alegría y no paraba de imaginar los comienzos de una carrera que le llevaría a la tan anhelada fama. Pero, para su sorpresa, la respuesta de su madre fue que le prohibía ir a ese lugar, porque conllevaba mucho peligro para ella.
La jovencita, después de llorar y enfadarse mucho con su madre, decidió ir al casting, desobedeciendo el consejo recibido. Quizás el famoso “instinto de madre” fue vital en esta oportunidad ya que, sabiendo que Juliana iría de todas maneras, la siguió y llegó a tiempo para impedir que entrara.
A los pocos días las noticias contaban el hallazgo que había logrado la policía local, al desbaratar una poderosa red de trata de blancas. La joven, al ver cómo las autoridades inspeccionaban la oficina a la que ella había querido presentarse, abrazó a su madre pidiéndole disculpas por su rebelde e imprudente actitud.
Muchos nos parecemos a Juliana; cuando Dios en su amor trata de protegernos, nos enojamos con Él, llegando hasta a pensar que no quiere nuestro bienestar. No lo entendemos, pero Dios nos ama tanto que hasta nos dio a su único hijo para salvarnos,¿por qué no va a querer que estemos bien?
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16
Dios conoce nuestros pensamientos, conoce todo de nosotros y sabe qué es lo que nos conviene y qué nos hará daño, pero si en vez de hacerle caso peleamos con Él y no le escuchamos, podemos caer. Muchas personas que no obedecen a Dios, en su dolor dicen ¿Y dónde está Dios?, ¿por qué no me ayuda?, ¿por qué no me advirtió? Sin embargo, no se dan cuenta que Dios siempre estuvo ahí, solo que por su terquedad prefirieron hacer lo que su corazón les decía y ahora están sufriendo las consecuencias.
Si te has rebelado contra Dios y ahora estás sufriendo las consecuencias de tus malas decisiones, acércate a Él, pídele perdón por tu rebeldía, y de ahora en adelante sométete ante Dios, porque Dios no quiere verte sufrir sino verte feliz.
“Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto dice el Señor, aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, yo los haré tan blancos como la lana. Si tan sólo me obedecen, tendrán comida en abundancia. Pero si se apartan y se niegan a escuchar, la espada de sus enemigos los devorará. ¡Yo, el Señor, he hablado!”. Isaías 1:18-20 NTV
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