viernes, 17 de enero de 2014

La Barca

Dice la Biblia en Lucas capítulo 5, que Jesús llegó al lago de Genesaret y le pidió la barca a Simón para poder hablar a la gente. Una muchedumbre se agolpaba sobre el Señor y ya no había lugar donde pararse para poder enseñarles.
Cuando hubo terminado de predicar la Palabra, le dijo a Simón que llevara la embarcación aguas adentro y echara las redes para pescar. Una vez más, una de tantas, Simón, quien luego vendría a ser el Pedro que todos conocemos, dio una respuesta algo apresurada y desde la perspectiva de su propia realidad: “toda la noche estuvimos trabajando y no pudimos pescar nada”, contestó. Sin embargo, hizo algo tan osado como su respuesta verbal, “en tu palabra echaré la red”, dijo, y tuvieron que pedir ayuda a la otra embarcación que había quedado en la orilla, para poder sacar la red de tantos peces que había capturado.
Simón y sus compañeros eran pescadores. La pesca era su medio de vida. Por lo tanto, haber estado toda una noche en medio del lago sin haber podido pescar nada, no era precisamente un detalle menor. Era todo un problema.
Este emotivo relato de las Escrituras muestra, al menos, tres denominadores comunes con la realidad que vivimos en nuestros días:
-Cuando salimos a trabajar, a estudiar, a nuestra actividad deportiva o a cumplir con nuestros compromisos ministeriales y/o eclesiásticos, no importa si somos pescadores o no; si vivimos de esa actividad o no. Sea lo que sea que hagamos, salimos mar adentro a echar una red. "Esperanza".
-El segundo denominador común, es que es necesario apartar esa barca de la tierra para poder esperar resultados. Si la embarcación no se adentra en las aguas separándose de la tierra, tal vez haya algún pequeño resultado, pero será poco o nulo. "Emprender acción".
-Y por último, no importa adonde vayamos ni qué hagamos; es imprescindible y necesario ceder el control de nuestra embarcación a quien corresponde: al Señor, toda vez que esa barca es, ni más ni menos, nuestra propia vida. "Cesión control a Dios".
Todo lo que emprendemos abriga una cuota de esperanza. Todo lo que hacemos implica un deseo de bendición, de crecimiento, de prosperidad. Nos motiva y alienta obtener resultados, recoger los frutos de nuestro esfuerzo. Eso significa echar la red.
Pero muchas veces estamos “demasiado apegados” a las cosas y a los eventos terrenales. Estamos pescando con cañas en la inseguridad de las aguas poco profundas, en lugar de subirnos a la embarcación y salir mar adentro, apartarnos de la orilla, separarnos de la tierra… TOMAR DISTANCIA DE LAS COSAS TERRENALES y mirar las cosas desde otra perspectiva. “Toda la noche estuvimos trabajando”, dijo Simón “y no hemos podido pescar nada”. A veces descubrimos, no sin pena, que estamos demasiado apegados a los eventos y circunstancias terrenales, como Simón Pedro, sin ser capaz de ir en pos de más, mejores y mayores conquistas, las que se encuentran mar adentro.
Y tal vez temor, el recuerdo de alguna mala experiencia, un terrible fracaso, falta de fe… no lo sabemos, pero argumentos suficientes para impedir cederle el control total al Señor, cuando resulta absolutamente necesario cederle esa barca que es nuestra vida, a Nuestro Amado Señor. Hacer que el motivo principal del uso de nuestra barca sea el Señor y Su Palabra, y que el resto venga por añadidura.
Sólo Él es quien nos puede hacer navegar en aguas profundas, lo suficientemente apartados de las cosas terrenales sin temor a hundirnos; sólo Él es quien nos puede hacer echar la red en el mar y obtener las bendiciones más grandes y abundantes, a tal punto que los que están a nuestro alrededor también salgan bendecidos en gran manera, como los de la barca que se había quedado en la orilla.

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

(Mateo 6:33 RV60)

Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

(Colosenses 3:17 RV60).
 

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