viernes, 17 de enero de 2014

Después de la caída

Es en las pruebas precisamente, cuando descubrimos quienes están o no a nuestro lado, quienes son los verdaderos amigos.
“Después de las caídas, quién queda…” así dice un canto muy querido en nuestras radios cristianas, y apela a que debemos saber que las hay, y algunas son fuertes y otras dolorosas; además, el canto nos invita a que seamos ese amigo dispuesto en todo tiempo, es una exhortación cantada bellísima.
Son en las pruebas precisamente donde descubrimos quienes están a nuestro lado e incluso quienes son los verdaderos amigos.En nuestros tiempos no estamos libres de las pruebas y las caídas. De hecho, en el pasado una frase famosa de San Agustín dice: “Quien no es tentado no es probado y quien no pasa por la prueba no adelanta.” Las pruebas nos perfeccionan, nos pulen, y en ellas nos damos cuenta del material del que estamos hechos. Cuando pasamos por vicisitudes en la vida, pruebas y desiertos, sean provocados por nosotros mismos o bien por segundas personas, es entonces cuando nos damos cuenta de muchas cosas a nuestro alrededor, de muchas cosas que a lo mejor no valoramos suficientemente o descuidamos.
Es en las pruebas precisamente cuando descubrimos quienes están a nuestro lado e incluso quienes son los verdaderos amigos. Una caída no necesariamente es un fracaso o un “fin del mundo”, de hecho muchos han visto un mejor despertar y comenzar en su vida gracias a un trance amargo, sea éste provocado por nosotros mismos o por otras circunstancias.
Estamos al frente de una comunidad que olvida los valores y los tiempos de bonanza de un líder, que rápidamente desecha al mismo por un grave error, sin recordar que es un ser tan humano como los demás.

Mahatma Gandhi escribió una vez “Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo, hasta que pueda encontrar el secreto que permita ponerles remedio.” De veras que semejante frase provoca la reflexión de que, nuestra misericordia debe ser importantísima en el momento que alguien pasa por una caída. Pero lamentablemente, nuestra misericordia se vuelve tipo vaquera, que primero disparamos y luego preguntamos; la Biblia dice: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.” Santiago 2: 13.
No, mis amados hermanos y hermanas, no estamos exentos de una caída, o si os parece mejor de un “resbalón”, porque esto puede tocar nuestra puerta en cualquier momento y a cualquiera. El asunto es ¿cómo vamos a manejar este conflicto?, ¿será necesario publicar algo de él a la luz pública?, ¿está toda una congregación capacitada para escuchar en la falta de su líder?, ¿es necesario exponer todos los detalles de la caída y los involucrados? La historia refleja que no hemos manejado estos conflictos con sabiduría, y hemos echado limón en la herida en lugar de sanarla. La Palabra es clara y concisa cuando señala: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.” Gálatas 6:1-3.
Pablo instó a los Gálatas a restaurar, y restaurar es volver al propósito original; no existe tanto dolor como cuando nos fallan o cuando nos desilusionan, pero debe ser parte de nuestra madurez espiritual el no tomarnos por sorpresa una caída de otro hermano o hermana. El nivel de nuestra madurez incluye la facultad de no dar importancia al pecado, al error o fallo ajeno, sino ayudar y brindar una mano, tener la sabiduría de conseguir los elementos necesarios para minimizar la caída o los efectos que esta provoca; tener muchas veces la mente tan amplia como para armar el rompecabezas que la caída ha hecho, que después ya habrá tiempo para reprender, exhortar. El tratamiento de esto es importante para que no provoque más dolor o una innecesaria molestia en otros, que puede que no tengan el temple necesario para manejar algo así. No existe pecado que Dios no pueda perdonar y no hay caída de la que no pueda levantarse.
A ver, ¿de qué parte estás? ¿De parte del problema o de parte de la solución? Amigo y amiga líder, con Dios siempre habrá borrón y cuenta nueva.

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