lunes, 27 de enero de 2014

¿Estás cerca de Dios?

¿Has pensado alguna vez sobre la oración en la iglesia? Si miramos el libro de los Hechos podemos ver la vida de grandes hombres de Dios. Por ejemplo, los primeros discípulos eran hombres sin letras y del vulgo, pero maravillaban a muchos. Hombres que después de sufrir amenazas y afrentas, doblaban sus rodillas para pedir fortaleza y valor (Hechos 4:29-30), para tomar una decisión (Hechos 1:24), para pedir sanidad (Salmos 30:2), o por el cumplimiento de un milagro (1 Samuel 1:10-11).
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Si recorremos por todos los libros de la Biblia, veremos que cada hombre que caminaba con Dios, véase Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Josué, los Jueces de Israel, el Rey David, los Profetas, Jesucristo y los Apóstoles, todos tenían una vida de oración que les permitía estar cerca de Dios y alcanzar su favor.
Sin embargo, la iglesia de hoy se ha acostumbrado a no orar, ya no dobla las rodillas, no se quebranta en la presencia de Dios ni clama delante de Él.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua. Jeremías 2:13
¿Cómo es posible que la iglesia de hoy no ore? En éste versículo vemos el reclamo de Dios a su pueblo, que dejó de estar cerca de Él para dedicarse a actividades que le apartaban de su comunión. La Biblia nos enseña el símil de que cavar cisternas rotas es trabajar para sí mismo, dejarse arrastrar por los afanes de la vida sin obtener ningún resultado de su trabajo.
Esta frase revela una gran verdad de la iglesia actual:
“La iglesia de hoy está empobrecida en muchas áreas, pero lo está aún más en la oración. Tenemos muchos que organizan, pero pocos que agonizan; muchos que actúan, otros que diezman, pero pocos que oran; muchos que cantan y pocos que imploran; muchos pastores, pocos guerreros; muchos temores, poco clamor; mucha demostración, pero poca compasión; muchos que interfieren, pocos que interceden; muchos escritores, pero pocos luchadores. Y fallando en esto fallamos en todo.” 

Ante todo piensa que la oración te acerca a Dios ¿Estás cerca de Él? ¿Eres quebrantado? ¿Tienes el toque del Espíritu Santo? Estar cerca de Dios produce amor por Él ¿Es Cristo el amor de tu alma? ¿Tu amor por Cristo va creciendo y te está consumiendo el corazón? Es tiempo de reflexionar sobre tu vida de oración. Si hasta hoy la oración no era tu prioridad, ponte de rodillas, pídele a Dios que te perdone y te ayude. 
Recuerda que: “El llamado de la predicación está abierto a pocas personas, pero el llamado a la oración, la más alta de todas las ocupaciones humanas, está abierta para todos”
Busca a Dios hasta que digas con toda sinceridad: ¡“Dulce hora de la oración”!

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