sábado, 19 de octubre de 2013

La mentira más grande - Devocional

“Yo soy el camino, la verdad y la vida, le contestó Jesús. Nadie llega al Padre sino por mí.”
Juan 14:6 Nueva Versión Internacional (NVI)
Esta semana recibí la noticia de que el papá de una amiga muy querida había fallecido. Estaba enfermo desde hace más de un año y esto tenía a la familia muy pendiente de él. Leí el correo de mi amiga y en él me pedía que, por favor, orara por ella, por su familia que estaba muy triste, y que elevara una oración para que su papá encontrara el camino a Jesús. Por supuesto que me puse a orar por todos ellos, pero me quedé pensando en el significado de su petición; el caso era, que para mí estaba claro que ella aún no había conocido a Jesús de la forma correcta, ni le había entregado su vida, todo ello a pesar de que hablaba de Él, que enviaba correos o presentaciones hablando de Jesús. Y el año pasado estuvimos a punto de vernos cuando yo viajé a Colombia, pero por la enfermedad de su papá no fue posible.
Así que, recapitulando,... creo que alguna vez me dijo que ella creía en Jesús, pero que su familia era católica y rendían culto a la virgen, a los santos y también creían en otras cosas no muy santas. Por lo que creo, que Jesús para ella es el que se representa sufriendo en un crucifijo y su madre es intercesora por nosotros para llegar a Él y que también intercede por nosotros en el momento de nuestra muerte.
Por la noche le contesté a su correo electrónico, diciéndole que por supuesto que ella y toda su familia estaban en mis oraciones, pero no quise hablar de nada más porque era un momento muy difícil y doloroso. Yo pasé también por eso y sé que uno escucha, lee o ve el mundo que le rodea como en un sueño, como si no fuera realidad o no estuviera sucediendo. Si a esas personas se les comparte de Cristo justo en ese momento, se genera un rechazo pues están convencidos de que están en posesión de la verdad; pero sí pienso sentarme con ella, si Dios lo permite, y compartirle del verdadero Jesús, el que está vivo, el que nos ama y quiere entrar en nuestra vida para cenar con nosotros y nosotros con Él, el Jesús que es El Camino, La Verdad y La Vida, y que nadie puede llegar al Padre sino a través de Él.
Desgraciadamente, y como mi amiga, existen muchos todavía que han creído la mentira, que se les ha enseñado, de que a Jesús se le encuentra o se le busca en la otra vida, después de que morimos; lamentablemente esto es más común de lo que nos imaginamos y seguro que usted, amado hermano o hermana, conoce a alguien así. Esa es La Gran Mentira que el enemigo ha sembrado en nuestras mentes, para hacérnosla creer y que no nos esforcemos por buscar más allá, para hacernos sentir cómodos en nuestra zona de seguridad creyendo que estamos bien, que somos buenos y que cuando nos muramos vamos a ir directo al cielo.
Ahora bien, la única verdad es que esto es falso, no es verdad, y Jesús no es camino de muerte sino de vida; hay que conocerle aquí en la tierra, durante nuestra existencia, para tener la esperanza de la resurrección y de una vida eterna; tenemos que morir en vida, enterrar nuestro yo y nacer de nuevo mientras estemos vivos, pues una vez muertos ya no hay nada que se pueda hacer, salvo clamar y pedir a Dios misericordia por las almas de las personas que amamos y que se van sin conocerle.
Por eso, la primera lucha que tenemos que librar espiritualmente cuando nos comparten de Jesús o compartimos de Él, es en el terreno de nuestra mente, para erradicar la mentira y sembrar la verdad, para romper con ciertas tradiciones y atrevernos a escudriñar y descubrir la verdad de todo lo que queremos ver. Lamentablemente nuestros padres nos han enseñado y educado de la mejor manera que ellos han creído, y si no nos enseñaron el verdadero camino y la verdad no es su culpa, es simplemente porque a ellos tampoco se lo enseñaron.
Pero tú y yo, que estamos aquí, en vida, podemos hacer la diferencia y ayudar a traer luz en la oscuridad, compartir, hablar y hacer conocer a Jesús de forma correcta, y de esa manera le arrebatamos almas al enemigo de sus dañinas manos.
Y mientras esto sucede, estamos convencidos de que Dios está trabajando en nuestra mente, en nuestro corazón y nuestro cuerpo, para renovarnos, restaurarnos y convencernos de dónde está el pecado, para revelarnos la verdad y fortalecernos en espíritu y en verdad. Oremos por todos aquellos que estando en la mentira, creen que son buenos y que no necesitan de Jesús para la salvación de sus almas.
¿Y cómo reconoceremos a Jesús, si nunca le hemos conocido, le hemos seguido o no hemos sido sus discípulos, y nunca hemos escuchado su voz? Todo esto tiene que ser en vida, pues Dios es Dios de vivos, no de muertos.

“Les aseguro, respondió Jesús, que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel.”

Mateo 19:28
Nueva Versión Internacional (NVI)

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