El rechazo, el "aparteid", la indiferencia del resto del grupo, se hacen más y más crudos y vehementes, inclusive su propia “mamá pata” le vapulea por ser como es. Triste, apartado y solitario, logra verse en el espejo de agua de un estanque y su figura, distorsionada por el movimiento del agua, le hace sentir un ser realmente feo y abominable. Una mamá cisne pasa por allí en ese momento, reconoce en él a la bellísima ave que será algún día cuando crezca, y le adopta en su familia con amor y ternura de madre. Es así como el “patito feo” se va con su nueva familia, alegre y feliz, ante el asombro de los patos, que antes le prodigaron todo tipo de desprecios y ahora son la parte fea de la historia.
Los primeros destinatarios del cuento fueron los niños, con la intención de proporcionarles un mensaje que les ayudara con su autoestima y a resolver sus diferencias, pero es triste decir que hoy es una penosa realidad, tanto en los niños como entre los adultos de hoy, e incluso dentro de ciertos grupos y comunidades denominadas “cristianas”.
A muchos nos ha tocado estar en ambos lados de la calle. Es decir, haber sido parte de “los normales”, como también ser el “patito feo” del grupo. En ciertos grupos y comunidades, ser diferente, algo mayor que la mayoría del resto del grupo o no poseer lo que en los estándares “comúnmente aceptados” sería un buen parecido, al mismo tiempo que pensar de diferente forma que ellos, tener códigos y escalas de valores no incorrectas, pero a todas luces divergentes del resto, todo ello le puede ir llevando a ser el “patito feo” del grupo. Y con ello puede experimentar el rechazo, el aparteid, las actitudes descalificantes y desvalorizantes, la exaltación de los desaciertos en deterioro de las virtudes y logros. Finalmente, uno comienza a creer que es realmente “el feo del grupo” y que no tiene más posibilidades de nada.
Sin embargo, Dios siempre estuvo poniendo a mi lado “mamás cisne” para hacerme notar a quién pertenezco realmente; para resaltar los aspectos buenos y positivos de mi vida, que no todo es torpeza ni desacierto en ella, que aún tengo mucho de bueno para dar y para que finalmente, siendo como soy, y tomado de la mano de Dios, es justamente como puedo ser de bendición para los demás.
Patos y cisnes son generalmente torpes en tierra, pero hábiles nadadores en el agua.
Dios: eres el viento que me empuja hacia tus cálidas y mansas aguas…
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
(Efesios 2:10 RV60)
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