Para sus discípulos fueron palabras de derrota. La idea del Cristo muerto a manos de sus enemigos iba totalmente en contra de sus expectativas, y cuando sus discípulos escucharon el reporte de Juan, lo hicieron en silencio, con los ojos en el suelo, como si les hubieran echado un balde de agua fría. Nadie se movió, nadie dijo nada, me los imagino moviendo la cabeza como diciendo, ¿eso es lo que hemos logrado con todo lo que hemos hecho?, ¿valió la pena el sacrificio? ¡Qué tristeza embargó el corazón de los discípulos! No estaban aún preparados suficientemente, para saber la grandeza del momento que acababan de presenciar.
Para sus enemigos fueron palabras de rendimiento. Satanás saboreó su triunfo en la cruz de Cristo y creyó haber destruido el plan de Dios para la salvación de los hombres. Los judíos tuvieron gran parte de culpa y los soldados romanos fueron los que pusieron los clavos a Jesús en la cruz. Pero el que tomó todo el crédito por la muerte de Cristo fue el diablo, que crucificó al Señor de la gloria. Se había cumplido la profecía dada en Génesis 3:15: esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el calcañar. Satanás estaba convencido de que había sido el triunfador; que había derrotado al Señor y que el plan de Cristo había fracasado.
Para Dios, el Padre, fueron palabras de cumplimiento. Durante cientos de años, ríos de sangre habían corrido desde el altar de Dios. Sin embargo, el precio del pecado nunca se había pagado. La obra de los sacerdotes había sido imperfecta. Cada día que pasaba, traía nuevos pecados y con él nuevas demandas de sangre. Pero la Biblia enseña que lo que miles de sacrificios de animales no pudieron hacer, nuestro Señor lo pudo hacer con UN SOLO SACRIFICIO, HECHO UNA VEZ Y PARA SIEMPRE.
Para los Creyentes son palabras de Seguridad. Cristo nos ha redimido; compró a precio de su propia sangre la salvación de toda la humanidad. Estas palabras de Jesús expresan la garantía de que nuestra salvación está asegurada, pues todo lo hizo el Señor. Lo único que hicimos fue recibir la salvación como un regalo, por gracia.
Para los pecadores son palabras de esperanza y salvación. La muerte de Cristo era la única solución para la necesidad más grande de todos los hombres: el perdón de sus pecados. Ningún pecado es imperdonable. No hay ningún alma que quede fuera del alcance del poder de la sangre de Cristo. No hay ningún pecador, por más vil que sea, que no pueda ser perdonado si viene a Cristo. Tal vez alguien piense que ha sido tan malo que Dios no quiere perdonarle. Pero Cristo dijo: El que viene a mí, no le echo fuera. Venid a mí todos los que están cansados, que yo los haré descansar.
Si Ud. nunca se ha arrepentido de sus pecados, anímese a clamar a Cristo por la salvación de su alma. No hay nada más que hacer al respecto, que reconocer nuestra culpa y acudir a Jesucristo para recibir el perdón de nuestros pecados.
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