Son necesarios tres factores para buscar aquello que nos ayude a concretar nuestra comprensión del bautismo del Espíritu. Primero, 1 Corintios 12:13 dice claramente que todos hemos sido bautizados, así como que también se nos dio a beber de un mismo Espíritu (la morada del Espíritu). Segundo, en ninguna parte de la Escritura se exhorta a los creyentes a ser bautizados con/en/por el Espíritu. Esto indica que todos los creyentes deben experimentar este ministerio. Por último, Efesios 4:5 parece referirse al bautismo del Espíritu. Si este es el caso, el bautismo del Espíritu es una realidad en cada creyente, al igual que lo son “una fe” y “un Padre.”
En conclusión, el bautismo del Espíritu Santo hace dos cosas:
(1) nos une al Cuerpo de Cristo, y
(2) realiza nuestra co-crucifixión con Cristo.
Estar en Su cuerpo significa que somos resucitados con Él a una vida nueva (Romanos 6:4). Debemos, entonces, ejercitar nuestros dones espirituales para mantener funcionando ese cuerpo apropiadamente, como se nos dice en el contexto de 1 Corintios 12:13. Experimentar el bautismo de un mismo Espíritu sirve como base para guardar la unidad en la iglesia, como está en el contexto de Efesios 4:5. Estar asociados con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección a través del bautismo del Espíritu, establece las bases para ser conscientes de nuestra separación del poder perseverante del pecado y nuestro caminar en una vida nueva (Romanos 6:1-10, Colosenses 2:12).
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