jueves, 19 de diciembre de 2013

Pancakes - Reflexiones

El pequeño Luis, de seis años, decidió una mañana prepararle “pancakes” (bizcochos) a sus papás para desayunar.
Encontró un gran tazón y una cuchara, acercó una silla a la mesa, y trató de alzar el pesado paquete de harina para abrirlo.
La mitad del paquete quedó desparramada entre la mesa, la silla y el suelo. Tomó toda la que pudo con sus manitas y la puso dentro del tazón, después le puso un poco de leche y azúcar, haciendo una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes. Además había ya pequeñas huellas de harina por toda la cocina, dejadas por él y su perrito.
Luis estaba totalmente cubierto con harina, y estaba empezando a frustrarse. Quería darles una sorpresa a sus papás haciendo algo muy bueno, pero todo le estaba saliendo al revés. No sabía qué más había que agregar a la pasta, o si había que hornear los “pancakes”,... ¡ni siquiera sabía cómo usar el horno!
Cuando miró otra vez la mesa, su perrito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo de la mesa, pero accidentalmente derramó la botella de leche y además se rompieron unos huevos que había sobre la mesa al caer al suelo.
Intentó agacharse para limpiar, pero resbaló y quedó con toda su pijama pegajoso, lleno de harina y huevo. En ese momento vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lágrimas se asomaron a sus ojos. Él solo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre.
Estaba seguro de que su papá le iba a regañar y, muy posiblemente, castigarle. Pero su papá sólo le miraba en medio de aquel desorden. Entonces, caminando encima de todo aquello, tomó en sus brazos a su hijo que lloraba, y le dio un gran abrazo lleno de amor, sin importarle llenarse él mismo de harina y huevo.
“Así es como Dios nos trata. A veces tratamos de hacer las cosas bien, pero sin querer terminamos provocando un desastre.
Discutimos y peleamos con la familia, insultamos a un amigo, hacemos mal nuestras obligaciones, y desordenamos nuestra vida. Otras veces sólo podemos llorar, porque ya no sabemos qué más hacer.
Entonces es cuando Dios nos toma en sus brazos, nos perdona y nos demuestra que nos ama, sin importarle que pueda ensuciarse con nuestra suciedad.
Pero por el simple hecho de habernos equivocado, no debemos dejar de “preparar pancakes” para Dios o para alguien especial.
Tarde o temprano lo lograremos y Dios estará orgulloso de nosotros, porque no nos dimos por vencidos.
Dios no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Salmos 103:10.

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