martes, 10 de diciembre de 2013

Oscuridad y Silencio - Devocional

"Todo tiene sus maravillas, incluso la oscuridad y el silencio, y yo aprendo, cualquiera que sea mi situación actual, a estar contenta”. Helen Keller

Esta cita toma un significado especial cuando conocemos la vida de la autora. Deja de ser sólo una frase bonita  y nos lleva a ser agradecidos con lo que somos y tenemos.
Helen Keller nació el 27 de junio de 1880 en Alabama, Estados Unidos. Era una niña perfectamente saludable hasta que, a los 19 meses de edad, contrajo una enfermedad que le dejó sorda y ciega.
The twentysecond quarter released in the 50 State Commemorative collection.Pero a los siete años había inventado más de setenta señas diferentes con las que podía comunicarse con su familia. En ese año, 1887, sus padres contactaron con Anne Sullivan, una maestra de la escuela de Ciegos en Watertown,  Massachusett, que con sus 20 años de edad pudo enseñar a Helen a pensar y razonar entendiblemente y a hablar usando el método Tadoma, que consiste en tocar los labios de otros mientras hablan, sintiendo las vibraciones y deletreando (escribiendo) el alfabeto en la palma de la mano. Helen no sólo aprendió a comunicarse así, también aprendió a leer francés, alemán, griego y latín en braille.
El 28 de junio de 1904 Helen se graduó “Con Honores” en la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordo–ciega en obtener un título universitario. Ese mismo año habló por primera vez en público en la exposición de San Luis.
Helen se convirtió en una gran oradora y autora mundialmente reconocida. Fue precursora en la lucha de las personas con discapacidades sensoriales y en 1915 fundó “Helen Keller International”, una organización sin fines de lucro para la prevención y tratamiento de la ceguera. En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el galardón más alto para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.
Poco antes de su muerte en 1968, a la edad de 87 años, Helen Keller le dijo a un amigo: “En estos oscuros y silenciosos años, Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día lo entenderé y entonces estaré satisfecha.”
El 1 de junio de 1968, en Arcan Ridge, Helen Keller murió mientras dormía.
Las discapacidades de Helen nunca fueron obstáculos y su vida fue plena. Ella sabía que Dios tenía un propósito con su vida y procuró dar lo mejor de sí para cumplirlo.
Es difícil imaginar lo complicado que puede ser vivir con las discapacidades físicas que ella tenía y más aún, cuando las innovaciones tecnológicas no son las que ahora conocemos y que, de alguna manera, han contribuido a hacer más fácil nuestra vida.
Pese a todo Helen fue una mujer que dejó una huella muy importante. No se dedicó a culpar a Dios ni a cuestionar sus propósitos, ni se escondió en su casa esperando su muerte. Por el contrario, buscó cumplir el propósito que tenía aunque no conocía cuál era y más allá de eso, estaba contenta con sus circunstancias.
Siendo honestos con nosotros mismos, admitiremos que ante afrontas más sencillas nos hemos sentido derrotados, frustrados, nos hemos molestado con Dios porque creímos que nos había abandonado e incluso le hemos exigido explicaciones o el cambio inmediato de una determinada situación, cuando en realidad deberíamos agradecerle por todo, aunque no lo entendamos, y confiar en que Él tiene un propósito en nuestras vidas.
“Y den gracias por todo a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” Efesios 5:20
No importando cuál sea tu situación actual, ni los problemas que estés atravesando, descansa en Dios, confía en sus propósitos y agradécele por las circunstancias por las que estás pasando. Recuerda que sus pensamientos son mejores que los tuyos.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Isaías 55:8,9


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