Antes de marcharse de la ciudad, Mikaela escribió una carta a Wally que decía:
“Tonto corazón que no has sabido identificar el amor. Que frente a tus ojos no sabes mirar a quien te ve y suspira de amor por ti. Bobo, buscas el amor en lo perfecto y no te das cuenta que aunque soy imperfecta, me puedo adecuar bien a ti y complementarte. Quizá no lo sepas, pero eres un tonto, porque no abriste tu alma ni tus oídos para escuchar todo lo que tenía que decirte y contarte. Quizás, ahora que me voy lejos, veas que la sombra que siempre te rodeaba era yo. Que yo quería ser tu paraguas bajo la lluvia y la guarida en quien encontraras un refugio seguro. ¡Cuánto deseé que me dieras un beso! Pero nunca me viste de esa forma, yo fui invisible para ti. Me voy, y lo único que puedo desearte es lo mejor aunque no estés a mi lado. Aunque no sea yo con quien sueñes y por quien suspires”.
Cuando Wally encontró la carta debajo de la puerta de su casa, cuando vio el sobre sin remitente, tuvo un mal presentimiento. Pensó que debería esperar a su amiga Mikaela, para que junto a ella abriera la carta. Así no sentiría miedo del contenido. Pero lo que él no sabía era que su amiga Mikaela ya había recorrido muchos kilómetros lejos de él. La esperó toda la tarde en su acostumbrado lugar de encuentros, pero por más que la esperó, ella no llegó. Entonces sospechó que algo andaba mal, porque su corazón en ese momento se sentía muy vacío...
Abrió la carta y ¡qué sorpresa se llevó!, era de su amiga Mikaela. Entonces lloró, había tenido al amor frente a sus ojos, todos los días compartía con ella y nunca se había dado cuenta de lo especial que era. De cómo aquella amiga había invadido durante años su vida, había escuchado sus desilusiones y alegrías. Quiso correr tras ella, pero era muy tarde. Mikaela había esperado tanto tiempo que él la viera, que se cansó de esperar a que él diera el paso decisivo.
Pasaron dos años y Mikaela regresó, pero esta vez no estaba sola. Cargaba un niño entre sus brazos y junto a ella estaba un hombre que sonreía y la protegía. Finalmente ella había encontrado a alguien que la viera completa. Fue entonces cuando Wally lloró desconsoladamente, al saber que la había perdido para siempre. Pero también pudo sonreír al verla a ella tan feliz y plena.
De todo corazón pidió a Dios saber identificar al amor y no desperdiciar su tiempo, cuando volviera a atravesar su puerta alguna mujer capaz de conquistarlo, aunque fuera totalmente imperfecta.
Fdo.: B. A.
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