No sorprende oír la cantidad de comentarios adversos, que cierto sector de este universo le ha propinado al joven artista, porque lo distinto siempre da miedo, aterra en el mundo de la obviedad. Lo que golpea duramente es la virulencia de los ataques externos, la falta de respeto y la insolencia con que se refieren al joven, que sólo puede ser explicada porque la soberbia ajena casi siempre va acompañada por la ignorancia.
Esos ataques indocumentados demuestran un impresionante desprecio hacia el trabajo artístico. No les interesa nada en absoluto de la sensibilidad y el esfuerzo del autor. Por descontado que únicamente se apoyan en la globalidad de la cultura, cultura que se encuentra en todas las partes de la sociedad humana, pero desconocen la especialidad de la materia. Un libro, un poema, un cuadro, una escultura, un paisaje, un acontecimiento social, son para ellos tan sólo expresiones de la vida, para las que parecen tener la simple sensibilidad de una pared de cemento.
Lo que molesta, y mucho, es que se han otorgado a sí mismos el rol de centinelas, el rol de responsables de cuidarnos a todos de influencias “malignas”. No queda nada más que preguntarnos, resistiendo el malestar interno a fin de cuidar nuestras palabras: ¿Quiénes se han creído que son? ¿Qué tribunal supremo o qué elección libre e informada les ha investido de dicha autoridad inquisidora?
Como hemos dicho antes, la ignorancia por lo general es soberbia. Puedes discrepar decentemente, puedes decir que algo no te gusta, pero la insolencia de querer imponerles a todos qué es lo que está bien o qué es lo que está mal, refleja un total desconocimiento del funcionamiento del mundo y de la vida.
Dado que aquí no se da respuesta a los comentarios, los centinelas no tendrán más remedio que enumerar unilateralmente los crímenes y sus consecuencias, de la espiritualidad cometida con estas palabras.
Fdo.: B. P.
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