miércoles, 6 de noviembre de 2013

La gracia de Dios - Devocional

Un emperador de un lejano país oriental se enfrentaba a una preocupante rebelión de un grupo de violentos, que sólo pretendían sembrar terror a su paso. Inmediatamente, sus ministros informaron al sabio emperador de la gravedad de lo que estaba sucediendo. Al escuchar las inquietantes noticias, meditó un momento y dijo: “Vamos, juntos podemos destruir a nuestros enemigos”.
gracia
Convocó una reunión de emergencia con sus principales ministros y con los líderes del grupo rebelde. Todos creyeron que se desencadenaría una guerra cruel y que su emperador ordenaría la inmediata ejecución de todos aquellos que se habían sublevado.  Sin embargo, se sorprendieron al ver el trato humanitario y cariñoso que el emperador dispensaba a los rebeldes.
Uno de los ministros, ofuscado por la situación preguntó al emperador: “¿Así cumple con su palabra?, ¿Acaso no dijo que íbamos a destruir a todos nuestros enemigos? Pero ahora usted los perdonó a todos y hasta les ha tratado con cariño”. El emperador, esbozó una sonrisa y le respondió diciendo: “Les prometí destruir a mis enemigos y lo cumplí, ¿acaso pueden ver ahora a algún enemigo de mi imperio? Yo sólo veo amigos…
¡Cuántas veces nos pasa lo mismo con la justicia divina! Cuando nos enfrentamos a una injusticia, o somos víctimas de un mal proceder, queremos que la justicia de Dios caiga duramente sobre la persona que nos ha lastimado. Nos parece justo y perfectamente entendible que el culpable obtenga su castigo. Incluso algunos discípulos de Jesús, pensaban así:
Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Lucas 9:54
Pero la justicia divina no funciona así, si no, nosotros mismos ya hubiéramos sido víctimas en varias ocasiones de la ira de Dios. La justicia de Dios es muy particular, ofrece gracia y perdón cuando en realidad merecemos castigo.
El infinito amor de Dios no busca la destrucción, sino que todos se salven y ninguno se pierda procediendo con arrepentimiento.
La gracia de Dios nos enseña que la justicia divina no necesariamente implica castigo; muchas veces significa perdón en lugar de rencor, poner la otra mejilla renunciando a la venganza, amar cuando hay razones para odiar, o dar en lugar de exigir.
La justicia de Dios no consiste en darle a cada uno lo que merece por sus malas acciones, sino en ayudar a la humanidad a encontrar la manifestación de la gracia divina, para alcanzar el perdón de sus pecados.
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Tito 2:11
Si existe algún pecado o culpa que estés soportando, ve delante de Dios con un corazón arrepentido y podrás hallar esa gracia inexplicable que perdona y restaura. Si has sido ofendido en algo, perdona de corazón, así como Dios perdona tus pecados; de esta manera permitirás que la gracia te reconcilie con Él y con los hombres.

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