lunes, 11 de noviembre de 2013

Has caído de nuevo - Devocional - Vídeo

Puede que fallaras nuevamente, pero ¿sabes?, Dios te ama tanto que no se ha olvidado de ti.
Piensas, crees que eres un caso perdido; lo volviste a hacer, sí, aquello que dijiste que no volverías a hacer, aquello que hasta hoy creías que lo tenías controlado, pero te diste cuenta que no.
Te sientes mal, muy mal, hay un sentimiento de inconformidad y vergüenza en tu vida, te gustaría regresar en el tiempo para no hacerlo, porque haberlo hecho te ha entristecido.
No tienes ni siquiera el valor de levantar tu rostro al cielo y si pudieras esconderte de Dios lo harías, pero sabes que no lo puedes hacer y que Él fue el primero en enterarse de tu fallo.
¡Vaya!, cómo duele fallar, ¿no? De haber sabido el dolor que esto te iba a causar o la frustración que ahora te gobierna, seguramente no lo hubieras hecho, sin embargo... ¡lo hiciste!
En estos momentos no hay palabras para tratar de defender lo indefendible, nadie te obligó, simplemente lo hiciste dejándote llevar por la emoción del momento o por una decisión impulsada por sentimientos y no por la razón.
Ya, cuando esto pasa, te sientes muy mal contigo mismo, sientes que defraudaste a Dios, y en casos extremos decides que es mejor alejarte de Él en lugar de seguirle fallando.
Pero, ¿qué piensa Dios de todo esto? De acuerdo, tú ya te hiciste un auto-juicio, ya te condenaste tú mismo, tienes ciertos conceptos que crees que Dios ha de tener de ti, pero, ¿qué pensara Dios realmente?, ¿Será que Dios tiene los mismos conceptos de ti que los que tú crees?
¡Uff, menos mal!, Dios NO piensa como nosotros, no maneja igual los mismos conceptos.
Imagina a Dios viéndonos después de fallarle, observando lo tristes que nos ponemos, lo duros que a veces somos con nosotros mismos, mirando cómo se nos cae la cara de vergüenza, por cómo preferimos alejarnos de Él en lugar de ir nuevamente a pedirle perdón.
Porque lo que hiciste estuvo mal, sí, sin embargo Dios quiere restaurar tu vida, Dios no te va a desechar como una toalla desechable, tú no eres un objeto para desechar, eres su hijo, su hija, y eso no cambiará. Por esta razón, como cual Padre amoroso, te buscará, si estás deprimido te animará, te sacudirá el polvo si estás tirado en el suelo, y te regalará un abrazo y una sonrisa, que te transmitirá todo el ánimo que necesitas para no darte por vencido.
La Biblia dice: “Yo los quiero a ustedes como a hijos. Por eso les escribo esta carta, para que no pequen. Pero si alguno peca, Jesucristo es justo y nos defiende ante Dios el Padre.” 1 Juan 2:1 (Traducción en lenguaje actual).


Si tú eres padre de familia sabes lo que un hijo significa para todos, sabes que cuando está comenzando a caminar o aunque lleve algunos años haciéndolo, tropezará, se caerá, quizá se haga heridas, pero cada vez que cae en tu presencia vas rápidamente hacia él, le ayudas a levantarse, le sacudes el polvo, le abrazas, le dices que no se preocupe, que siga caminando, que lo siga intentando,... y tu hijo va y camina, aprende a hacerlo tan bien que los tropiezos disminuirán en gran manera.
Tu Padre es Dios, y tú eres su hijo o hija. Él estará presente en cada momento de tu vida, seguramente tropezarás muchas veces, seguramente las caídas te dolerán y muchas de ellas serán consecuencia de tus descuidos o malas decisiones. Sin embargo, Dios no está allí para echarte en cara tus errores, ese no es su trabajo, Él está allí para ir en pos de ti a levantarte rápidamente, a sacudirte todo el polvo que tus vestiduras tienen a consecuencia de la caída, después de sacudirte te mira a los ojos y, aunque estés avergonzado por haber tropezado y no quieras levantar tu rostro, Él levantará tu barbilla y te dirá: “tú eres mío, ¿de qué te avergüenzas?”; luego te abrazará y te transmitirá tanta seguridad que tus ojos se inundarán de lágrimas, lágrimas que reflejan lo sorprendido que estás de que lejos de juzgarte, simplemente te da su amor y te da ánimos para que sigas caminando.
Debes saber que Dios no te juzga, que Él no está defraudado de ti, tú eres su hija o su hijo, Él te ama mejor de lo que un padre humano pueda llegar a amar a su hijo; lo único que quiere es transmitirte su amor, su comprensión y, aunque muchas veces crees que no eres digno de ser su hijo o hija, Él no piensa lo mismo que tú. Si Él un día te buscó, te llamó, te perdonó y te está transformando, no fue para luego desecharte, ¡no!, su voluntad es terminar la obra que comenzó en tu vida. Por eso no te alejes de Él, no te creas inmerecedor de su amor, ninguno merecemos nada de Él y Él no nos ama por los méritos que hayamos hecho, sino porque su GRACIA y MISERICORDIA es así de pura y maravillosa.
¡Vamos!, ríndete delante de Dios, reconoce tu error, y si quieres llorar en su presencia, ¡hazlo!, porque seguro que Él te abrazará y te hará sentir todo el amor tan inmenso y precioso que tiene para ti. Simplemente permite que Él te ayude a levantarte, deja que Él te tome de la mano y sea quien te guíe en la vida.
Pueda que fallaras nuevamente, pero ¿sabes?, Dios te ama tanto que no se ha olvidado de ti y simplemente quiere que sepas que Él no ha terminado contigo; por eso ¡levántate y camina! Porque Él sabe que la próxima vez serás más fuerte al haber experimentado su perdón y su amor.
¡Recibe hoy su perdón y su amor incomparable!
“Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”. Oseas 14:4 (Reina-Valera 1960)

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