El Mito del "Amor a Primera vista”.
Ahí estaba yo, en medio de un montón de chicos en los vestuarios el primer día de clases, hablando de… bueno, tú ya sabes, las cosas que los chicos hablan. Cuando de pronto, ella entró. En el momento en que la vi entrar en la escuela sabía que era la chica para mí, la chica perfecta. Su pelo rubio le caía en cascada sobre sus hombros; sus ojos, como dos luceros, simulaban dar luz a los míos, bronceada como si acabara de regresar de la playa. Una figura que podía convertir a alguien de 17 años como yo, en un tonto tartamudo.
Ahí estaba yo, en medio de un montón de chicos en los vestuarios el primer día de clases, hablando de… bueno, tú ya sabes, las cosas que los chicos hablan. Cuando de pronto, ella entró. En el momento en que la vi entrar en la escuela sabía que era la chica para mí, la chica perfecta. Su pelo rubio le caía en cascada sobre sus hombros; sus ojos, como dos luceros, simulaban dar luz a los míos, bronceada como si acabara de regresar de la playa. Una figura que podía convertir a alguien de 17 años como yo, en un tonto tartamudo.
Me enamoré. Amor a primera vista, ¿no? Bueno, por lo menos así fue para mí. Me llevó un poco de tiempo, pero al final logré conseguir una cita con el amor personificado. Después de eso las cosas sucedieron como suele pasar. Nos casamos, tuvimos hijos y vivimos felices para siempre.
¡Ahhh!, así ocurre. Verdadero amor. Amor a primera vista. Algunas veces puedes ver a una chica o un chico, e intuir, ¡no!, saber que has encontrado tu amor, tu compañero o compañera para toda la vida.
Pero esto es realmente un mito o quizás suceda una vez entre un millón de veces. Es peligroso pensar que eso ejemplifica el verdadero amor.
Pero esto es realmente un mito o quizás suceda una vez entre un millón de veces. Es peligroso pensar que eso ejemplifica el verdadero amor.
Pensamos en el amor principalmente como un sentimiento, como una descarga emocional con cosquilleos en el estómago, con estrellas en los ojos. Pero la Biblia habla del amor como acción, no simplemente como un sentimiento, sino como algo que se forma.
Mucha gente se imagina el amor como el Nuevo Mundo que descubrió Colón. Algo que no estaba buscando, sino que su aparición fue repentina y... ¡ahí está! Por el contrario, el amor es mucho más que una flor en un jardín con un jardinero. Tú plantas la semilla y la riegas, la nutres, le quitas las malas hierbas que pueda tener a su alrededor, le echas más agua, y después de días, semanas y meses, florece. Y sigue creciendo y floreciendo, siempre y cuando la riegues y la alimentes.
No entender esto puede ser una de las causas por las que tantas relaciones fracasan: porque nadie, de ellas, está preparado para trabajar en el amor, no creen que se necesite regar la semilla. No están preparados para las tormentas y demás cosas que pueden venir sobre la semilla. Nadie está dispuesto a abonar la tierra. Y como resultado, son pocos los que disfrutan de la flor total del amor.
El apóstol Pablo enfatiza la naturaleza activa del amor cuando dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia…" ¿Cómo amó Cristo a la Iglesia? Él se entregó a sí mismo por ella… Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la Iglesia" (Efesios 5.25-25,28-29).
Quizá sigas sintiendo esa descarga de atracción cuando entra la rubia bronceada o tal vez sientas que te vas a desmayar. Pero eso no es amor, es emoción. No es lo mismo que amar a alguien activamente y ver cómo el amor crece y florece de la misma forma que una flor fragante.
Fdo.: J. M. y B. H.
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