Vivían muy felices, en un absoluto clima de paz hasta que conocieron a su nuevo vecino, quien se había mudado allí pocos días antes. Julia tenía dos niños pequeños y como habitualmente sucede, jugaban, gritaban, lloraban y reían. Esto no tardó en causar molestias al nuevo matrimonio que se había mudado al edificio, originando tediosos conflictos.
Ambas familias compartían un pequeño pasillo, donde muchas veces quedaban los triciclos y juguetes de los niños. El nuevo vecino, con evidente enojo, los pateaba de mala manera para quitarlos de su camino. De esta manera, la tensión entre ambas familias iba creciendo. Unos buscaban más silencio y tranquilidad, pero Julia y su familia disfrutaban de la alegría y el bullicio que traen dos niños pequeños. Pero esta situación angustiaba a Julia hasta el punto de entristecerle y robarle la paz. Le había pedido a Dios que cambiara a su vecino, pero todavía no veía ningún signo alentador.
Finalmente ella se rindió y ante tanta impotencia oró de nuevo a Dios. “Señor, no puedo más, lo que hacen mis vecinos me afecta mucho, creo que he estado luchando sola esta batalla, dime qué puedo hacer, te pido que Tú me enseñes.” Ese día comenzó un cambio, pero en ella, porque su vecino aún seguía actuando del mismo modo. Ahora Julia sentía paz y cambió su actitud de ira y enojo por una muy distinta, llena de amor y comprensión. Julia comenzó a tener pequeños gestos cordiales para su vecino, lo que provocó que poco a poco comenzaran a tener al menos una correcta relación de convivencia.
Julia no podía cambiar la manera de ser de su vecino, pero tenía claro que si ella cambiaba, la relación ya no podría seguir siendo la misma. No podemos esperar cambios si seguimos haciendo lo mismo de siempre.
Muchas veces queremos que los otros cambien, pero seguramente si nos examinamos, encontraremos que también nosotros necesitamos modificar algunas conductas.
Hay personas difíciles de tratar con las que tenemos que lidiar día a día y no sabemos cómo manejar esta situación. Pues entonces, ora a Dios por sabiduría y comienza cambiando tú, porque a veces un pequeño gesto nuestro sembrando amor, puede cambiar una situación que en apariencia parece totalmente inviable.
Santiago 1:5 “Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla.”
Tal vez te encuentras hoy en una encrucijada donde la impotencia te quiere invadir, deja entonces que Dios tome el control de tus emociones y circunstancias, deja que el cambio comience en ti y verás que sí hay una solución.
No esperes el cambio, sé parte de él.
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