viernes, 11 de octubre de 2013

¿Quién entrena a quién? - Reflexiones

Cansado de limpiar cada día la pileta de los delfines, el entrenador de un conocido acuario de los Estados Unidos, decidió adiestrar a los delfines para que ellos mismos recogieran la basura que, después del show, volaba hasta la pileta. Para ello comenzó a recompensarles con comida extra cada vez que le traían un vaso de plástico o un papel que hubiera caído al agua.
Pero en una ocasión, Daisy, una hembra adulta encontró un pedazo grande de papel, lo llevó al fondo del acuario y le colocó una pequeña piedra encima para evitar que flotara. Y cada día cortaba varios trozos pequeños de papel y se los llevaba al entrenador, recibiendo alimento cada vez.
Y recientemente, en un acuario de Hawai, los entrenadores se sintieron intrigados al ver, que cuando le formulaban a un delfín una pregunta cuya respuesta podía ser afirmativa o negativa, por ejemplo ¿hay una pelota flotando en algún lugar de la pileta?, los delfines contestaban sin mirar alrededor. Pero un día uno de los entrenadores estaba utilizando gafas de sol, y descubrieron que cuando el que preguntaba era él, los delfines necesitaban buscar la pelota para poder contestar. Análisis posteriores demostraron que lo que sospecharon aquel día era real: los delfines podían “leer” la respuesta en los ojos de los entrenadores.
Esos delfines, en cautiverio, aprendieron a entrenar a los hombres que les encerraron, a que les mantuvieran alimentados a base de que les tirasen balones para jugar, festejaran sus piruetas y fueran amables con ellos. Obtuvieron todo lo que se puede obtener estando en prisión.
Estos interesantes mamíferos ya eran animales inteligentes millones de años antes. Cada día se descubren cosas nuevas que un delfín puede hacer, o que ya viene haciendo sin que nos demos cuenta desde hace mucho tiempo.
Además, todos los buzos coinciden en que cuando bucearon con delfines, fueron ellos los que se sintieron observados. Mientras los buzos simplemente podían verlos, los delfines les estaban tomando algo parecido a una tomografía computarizada. Ellos pueden ver la densidad de cada uno de nuestros tejidos. Con su sofisticado eco-localizador (resonancia), pueden detectar perfectamente una contractura muscular o un tumor y diferenciar uno de otro. Ahora sabemos que también pueden leer nuestra mirada. ¿Cuántas cosas más no sabemos?
Queremos tanto a los delfines, que les encerramos en piletas y les enseñamos a parecerse a nosotros al hacerles jugar al fútbol, a imitarnos o a bailar nuestras canciones... Los queremos tanto, que pagamos costosas entradas para que nuestros hijos puedan verlos de cerca sin tener que ir al mar. Y nos engañamos a nosotros mismos pensando que de esta manera les estamos educando. Creemos que es indispensable que vean un delfín para que sepan qué son, al tiempo que ignoramos lo mucho que nuestros hijos saben de dinosaurios, sin que nunca hayan visto a ninguno cara a cara.
Tal vez sean tan inteligentes como para perdonarnos algún día.
Sobre todo, comprendemos con todo esto que Dios es sabio y grande. Que Dios ha hecho criaturas, desde el hombre hasta el pez, para demostrar su sabiduría en ellas. Por eso, comprendamos siempre que Dios está por encima de todo y que lo mejor que podemos hacer es darle las gracias por su amor, su sabiduría y grandeza.


Dad gracias al SEÑOR, invocad su nombre; dad a conocer sus obras entre los pueblos. I Crónicas 16:8
Y han de estar presentes cada mañana para dar gracias y para alabar al SEÑOR, y asimismo por la noche. I Crónicas 23:30
Todos daban gracias al Señor, y a una le cantaban esta alabanza: Dios es bueno; su gran amor por Israel perdura para siempre. Y todo el pueblo alabó con grandes aclamaciones al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo. Esdras 3:11

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