Mi película favorita de todos los tiempos es “Lawrence de Arabia” y si tengo una escena favorita de ella, creo que es aquella en que Lawrence regresa triunfante del desierto Nefud, tras haber ido allí para rescatar a Gasim, el árabe.
El cruce del desierto Nefud es considerado imposible, incluso por los árabes locales pero, en ella, Lawrence les convence de que cruzándolo pueden tomar el puerto turco Aqaba por la retaguardia.
Habiendo llevado a cabo la sobrehumana empresa de atravesar este horno, se descubrió que uno de los árabes, Gasim, había caído de su camello y, sin ninguna duda, estaba muriendo en algún lugar del desierto. A Lawrence se le dice que toda perspectiva de rescate es inútil y que, de todas maneras, la muerte de Gasim “estaba escrita”.
Pero cuando Lawrence logra el "imposible" y regresa con Gasim todavía con vida, el árabe Sherif Ali le reconoce: “Verdaderamente, para algunos hombres nada está escrito excepto lo que ellos mismos escriben”.
Como un adolescente impresionable, cuando este filme fue estrenado y lo vi, quedé anonadado por el valor y la falta de egoísmo de Lawrence al volver al infierno del Nefud, para intentar hallar a un hombre que conocía poco, en medio de la vasta expansión de un ardiente terreno, y realmente me impresionó el propósito de un hombre determinado a no creer nada "ya escrito” de antemano, sino a forjar su propio destino. Este sentido de determinación y la creencia de que todo es posible, se quedó conmigo para siempre y continúa inspirándome en cosas grandes y pequeñas.... Esta narración pretende mostrarnos que debemos liberarnos de toda actitud predeterminada y fatalista, a la que podamos ser inducidos por nuestra subjetiva interpretación de las circunstancias que nos rodean o por las experiencias que hayamos tenido en el pasado.
Siempre debemos recordar que, aferrados de Dios y alineados con Sus propósitos para nuestras vidas, es mucho lo que podemos hacer para llevar bendición a otros y gloria al nombre del Señor.
No se trata de que seamos sobrehumanos o que podamos lograr absolutamente todo lo que nos propongamos hacer, pero sí de que podemos alcanzar mucho de lo que la vida nos pone por delante, si tan sólo le ponemos ganas al asunto y estamos dispuestos a arriesgarnos y sacrificarnos por ello.
No se trata de que seamos sobrehumanos o que podamos lograr absolutamente todo lo que nos propongamos hacer, pero sí de que podemos alcanzar mucho de lo que la vida nos pone por delante, si tan sólo le ponemos ganas al asunto y estamos dispuestos a arriesgarnos y sacrificarnos por ello.
La pregunta fundamental, sin embargo, reside en si lo que emprendemos agrada a Dios o no.
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