Lo que te escribo es una respuesta a algo que recibí de M--. Ora para que le haga llegar estas palabras. Me parece que ella está llena de buena voluntad, pero que quiere ir más rápido que la gracia. Y uno no llega a ser santo enseguida.
Tú y yo hemos
vivido durante más de cuarenta años en la vida monástica. ¿Los hemos empleado en amar y servir a Dios, quien en su misericordia nos ha llamado a este estado
y para este fin? Cuando reflexiono sobre los grandes favores que Dios me ha hecho
y continúa haciéndome incesantemente, sobre el mal uso que hago de ellos y lo
poco que progreso en el camino de la perfección, me lleno de vergüenza y
confusión. Puesto que por su misericordia nos concede todavía un poco más de
tiempo de vida en este mundo, comencemos diligentemente a recuperar el tiempo perdido, retornemos con plena seguridad a aquel Padre de misericordias que siempre está dispuesto a
recibirnos afectuosamente.
Renunciemos, renunciemos generosamente por amor a Él a todo lo que no es Él Mismo. Él merece infinitamente más. Pensemos en Él perpetuamente. Pongamos toda nuestra confianza en Él, y no dudo de que pronto recibiremos la abundancia de su gracia, con la cual podemos hacer todas las cosas, y sin la cual no podemos hacer nada excepto pecar. No podemos escapar a los peligros que abundan en la vida sin la ayuda real y continua de Dios. Oremos a Él continuamente por esto.
¿Y cómo podemos orar a Dios sin estar con Él? ¿Cómo podemos estar con Él si no pensamos en Él continuamente? ¿Y cómo podemos pensar continuamente, si no hemos tomado el santo hábito de hacerlo? Me dirás que siempre estoy diciendo lo mismo. Es verdad, porque éste es el mejor y más sencillo método que conozco, y no uso ningún otro. Amonesto a todos acerca de esto. Debemos saber antes poder amar. A fin de conocer a Dios, debemos pensar frecuentemente en Él, y cuando llegamos a amarle, entonces pensaremos en Él frecuentemente, porque nuestro corazón estará con nuestro tesoro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario