La Práctica de la Presencia de Dios-8ª
Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo, a Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, hace más
de 300 años.
No me
dices nada nuevo: tú no eres el único que está preocupado con los pensamientos
erráticos. Nuestra mente es extremadamente errante, pero como la voluntad es dueña de todas nuestras facultades, ella debe recuperarlos y llevarlos a Dios,
que es la meta final de todo pensamiento. Si nuestra mente ha contraído los malos
hábitos de divagar y dispersarse, nos resultará difícil vencer esos pensamientos, porque
seremos atraídos a las cosas de la tierra, aún en contra de nuestra voluntad.
Creo que un remedio para esto es confesar nuestras faltas y humillarnos
delante de Dios.
No te estoy sugiriendo que uses muchas palabras en la oración, porque las muchas palabras y los largos discursos frecuentemente nos sumergen en estas divagaciones, sólo que te mantengas en oración delante de Dios, así como un mudo o un paralítico mendiga a la puerta de un hombre rico; que tu trabajo sea mantener tu mente en la presencia del Señor. Y si a veces tu mente se distrae y se aparta de Él, no te inquietes por eso; la preocupación y la inquietud más bien sirven para distraer la mente, que para volver a centrarla en Dios, y la voluntad debe volver a llevarla a un estado de tranquilidad. Si perseveras en este modo de hacer las cosas, Dios tendrá piedad de ti.
Una manera para recuperar la mente fácilmente en el tiempo de oración y mantenerla tranquila, es no permitirle divagar. Mantén tu mente estrictamente en la presencia de Dios, y cuando te acostumbres a pensar en Él frecuentemente, encontrarás fácil mantener tu mente calma en el tiempo de oración, o por lo menos hacerla recapitular de sus divagaciones. En mis cartas anteriores te he mencionado las ventajas que podemos obtener de esta práctica de la presencia de Dios: Consideremos esto seriamente, y oremos unos por otros.
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