La Práctica de la Presencia de Dios-12ª
Carta escrita por Nicolás Herman, Hermano Lorenzo a Fray José de Beaufort,
representante del arzobispado local, hace más de 300 años.
Si
estamos acostumbrados al ejercicio de la presencia de Dios, encontraremos gran
alivio a todas las enfermedades físicas. Frecuentemente Dios permite que
suframos un poco para purificar nuestras almas y obligarnos a continuar con Él.
Ten coraje, ofrécele a Él tus dolores incesantemente, ora pidiéndole fortaleza para
soportarlos.
Sobre
todo, adquiere el hábito de pasar tiempo frecuentemente con Dios, y olvídale lo
menos que puedas. Adórale en tus enfermedades. Ofrécete a Él de vez en cuando.
Y cuando tus sufrimientos estén en su punto más alto, ruégale humilde y afectuosamente,
como un hijo a su Padre, para que puedas conformarte a su santa voluntad. Yo
voy a esforzarme para ayudarte con mis pobres oraciones.
Dios
tiene muchas maneras de atraernos a Él mismo. A veces se oculta de nosotros, pero
sólo la fe debe ser nuestro sostén. La fe es el cimiento de nuestra confianza,
y toda ella debe estar puesta en Dios, quien no nos fallará en tiempo de
necesidad.
Yo no sé
lo que Dios dispondrá de mí, por eso siempre procuro estar feliz. Todo el mundo
sufre; y yo, que merezco la disciplina más severa, experimento gozos tan
continuos y tan grandes que a duras penas puedo contenerlos. Quisiera pedirle
voluntariamente a Dios una parte de tus sufrimientos.
Conozco
mi debilidad, que es tan grande que si Él me dejara liberado a mí mismo por un
momento, sería el ser viviente más miserable. Y sin embargo sé que no va a
dejarme solo, porque la fe me da una convicción tan grande, que no la podrían hacer así mis sentidos. Él nunca nos abandona si es que nosotros no le abandonamos a
Él primero. Tengamos temor de dejarle. Estemos siempre con Él. Vivamos y
muramos en su presencia.
Ora por mí,
como yo oro por ti.
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