Si cada día de nuestra vida fuera como el eslabón de una cadena, la que llevaríamos arrastrando hoy sería tan larga y pesada, que no podríamos ni siquiera mantenernos en pie. Pues de la misma forma, y a veces sin darnos cuenta, vamos por la vida cargando con cosas muy difíciles de soportar, sólo... por no aprender a soltarlas.
El miedo, el dolor y los recuerdos nos hacen imposible desprendernos de cosas que ya no necesitamos. Algunas personas guardan montones y montones de recuerdos, que si bien no siempre es malo recordarlos, no dejan que lo nuevo llegue porque no hay suficiente espacio.
Todos tenemos un pasado, y nadie lo tiene perfecto. Siempre hay por lo menos una cosa de la que quisiéramos deshacernos o cambiarla, un recuerdo, una mala experiencia, un episodio doloroso, un lugar desagradable, un error que cometimos, una mala decisión..., algo que hoy ya no lo podemos cambiar, y es algo que todavía a muchos les roba la paz. Pero qué gran consuelo es saber que Dios puede obrar hasta en las cosas en las que nosotros mismos no podemos. Saber que Dios es capaz de hacerlo nos da una seguridad y una confianza, en que no importa cuántas cosas de nuestro pasado no hayan resultado bien, porque Él tiene el control del tiempo y del espacio, y nuevas oportunidades para mejorar.
Dios hizo cosas maravillosas en el pasado, pero su poder sigue vigente hoy en día. Tal vez tú tienes en tus manos un tiempo pasado que deseas sea cambiado, pero Dios tiene en las suyas un tiempo presente para entregarte, en el que sí puedes hacer algo al respecto.
En el pasado de todos hay dolor si no se aprende a olvidar, a soltar lo que no se necesita; siempre que no te deshagas de tus recuerdos dolorosos, van a terminar siendo más representativos que tu presente, y el presente existe para escribir nuevas historias, no para repetir las anteriores.
Dios quiere obrar en tu vida, pero para ello necesitas hacer espacio, para construir hay que tener un terreno limpio y espacioso, para una nueva siembra debe haber un campo con tierra lista y fértil, el deseo de Dios es hacer nuevas cosas, y tu deseo debe ser estar listo para que eso suceda.
El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!
Lamentaciones 3:22,23. (Nueva Versión Internacional)
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