La palabra esperanza tiene mucho que ver con la acción de esperar algo que anhelas o deseas. La esperanza es una ilusión que mantiene al corazón vivo. Pero sabemos que esperar es una de las cosas más difíciles para nosotros, los seres humanos. Quien sabe esperar, verdaderamente tiene una virtud muy hermosa.
Cuando esperamos se desarrolla en nosotros la constancia, la constancia a su vez requiere firmeza, y para tener firmeza nuestro carácter debe ser moldeado por Dios. Nuestro carácter es moldeado a través de las experiencias que vivimos en la vida y que nos sirven de aprendizaje.
La constancia es perseverancia y, casi siempre, quien persevera alcanza sus objetivos, sueños y metas. Cuesta ser decididos y perseverantes, sin embargo, ese camino es seguro. En nuestras debilidades el Espíritu Santo acude a ayudarnos, nos sostiene. A través de Él recibimos fuerzas y aliento para continuar.
Es bonita la palabra que Salomón deja en Proverbios 23:18: “Porque ciertamente hay un porvenir, y tu esperanza no será frustrada”. El porvenir no es otra cosa que el “suceso o tiempo futuro”. Es lo que está por llegarles a aquellos, que aunque no se les hace fácil, saben esperar y confiar en Dios.
Dios dice: “Hijo(a) mío(a), tu esperanza no será frustrada. No serás privado de ver lo que esperas. El enemigo no malogrará los planes de bien que tengo para contigo”.
Así que recuerda que a Abraham y Sara no se les hizo fácil esperar durante años la llegada de Isaac. Pero cuando Isaac llegó al hogar trajo risa y felicidad. Así como ellos, tú también sonreirás al ver que llega a tu vida lo prometido por Dios.
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