Es hora de llevar a cabo todas las labores que tenemos como cristianos, principalmente compartir el mensaje de Dios, ganar almas para Él; es muy importante predicar, no podemos quedarnos callados con semejante obra hecha en la cruz, en todo tiempo hablemos de Dios. Pensemos que llegará el día en que Él nos pedirá cuentas de esas personas que pudieron salvarse y no le conocieron porque no les predicamos; imaginemos lo maravilloso que sería estar en el cielo con las personas que más amamos, y la sonrisa en el rostro de Dios por haberles hablado, incluso a las personas que nunca imaginamos.
No neguemos a Jesús, que todo el mundo sepa que tenemos un Dios grande y poderoso, pero no hablemos de Él sólo por aparentar, sino para que también esas personas se contagien de su amor, para que aprovechen el mejor de los regalos: la salvación.
Hay tantas almas perdiéndose, dolidas, sufriendo por tantas razones, atadas, frustradas,... y tenemos que condolernos por ellas, tener compasión. Aunque no les conozcamos, acerquémonos a ellos y dejémosles el mejor de los mensajes, el que viene del cielo, así como que también alguien fue usado por Dios para dejar esa semilla en nuestro corazón; aprovechemos cualquier oportunidad, si vamos caminado por la calle, si vamos en algún medio de trasporte, en el trabajo, en la escuela, en la universidad, en tu casa, etc. No nos limitemos hablar de Dios sólo con los hermanos de la iglesia, pues ellos ya le conocen.
Las palabras pueden sonar muy bonitas, pero se las lleva el viento. Procura que tu actitud también refleje a Cristo; no seamos como dice el dicho: ¨predicar y no aplicar¨. Es importante que tus palabras estén acompañadas de acciones dignas de un hijo de Dios.
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