sábado, 21 de septiembre de 2013

Línea editorial o garabato ideológico - Devocional

Si alguien me preguntara ¿qué es un devocional?, respondería que en términos muy generales se trata de un escrito breve, que puede ser una historia real o ficticia, que tiene por objetivo ayudar a comprender una porción de las Escrituras, con el fin de hallarle una aplicación práctica para nuestras vidas, exaltando sobre todas las cosas el nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
Tal vez esto encaje o no en una definición correcta y completa de lo que es un “devocional”, pero es así como personalmente lo veo y lo que me motiva a escribir. Días atrás, uno de los dueños de la empresa en donde trabajo me sorprendió gratamente: “Ud. escribe, yo leo su blog”, me dijo. Lo hizo con gran respeto, con mucha amabilidad, con mucha inteligencia, y esto lo escribo a sabiendas de que él lo va a leer. En realidad esta declaración suya vino a colación, porque yo no había cumplido con una tarea y porque evidentemente el motivo de mi incumplimiento no se hallaba en un problema de no saber escribir… Pero una vez superado el momento de la sorpresa, no pude dejar de sentir una gran emoción y una enorme satisfacción de que alguien como él, leyera lo que desde el fondo del corazón intento aportar para la mutua edificación.
Y si alguien me volviera a preguntar “¿Sobre qué escribes?”, le respondería que escribo sobre Dios y mi relación con Él. Es lo que define una línea editorial. Mi propia línea editorial.
Una línea es un trazo continuo, con un comienzo, un recorrido y un fin claramente definidos. Un garabato es también una línea con un comienzo, un recorrido y un final, pero cuyo trazo tiene una dirección aleatoria, indefinida, impredecible, sinuosa inclusive, sin poder saberse a ciencia cierta dónde va a terminar.
Esto es justamente lo que separa, diferencia, distingue una línea editorial de un garabato ideológico.
Y esto define, a veces, nuestras propias vidas. Durante muchos años, me encontré navegando a la deriva, sin poder echar raíces en ningún puerto, sin un derrotero definido. A veces, en la soledad y en lo profundo de mis reflexiones delante de Dios, encuentro que mi recorrido por la vida durante el transcurso de los últimos años ha sido sinuoso, indefinido, impredecible. Un verdadero garabato ideológico, muy distante de la línea editorial que Dios tenía trazada para mí.
Bien es cierto que en todo ese periplo hallé un par de perlas brillando en la oscuridad, que estaban sólo para mí: mi “ayuda idónea”, mi amada esposa, y un bello Ministerio que Dios me dio. Y como si ello no fuera suficiente, la amada hija que Dios puso en mi camino. Todo ello me consuela y resultan ser las evidencias concretas, de que en todo ese tiempo de extravío mi Amado Padre Celestial estuvo siempre conmigo… a pesar de mí.
En estos días he vuelto a la iglesia de mis orígenes, donde nací para Cristo, donde recibí mi bautismo, donde caminé mis primeros pasos en la nueva vida que Dios me dio. La misma en la que una noche, hace poco más de treinta años, dí un portazo y me fui. Tuve miedo, sentí desaliento, lo confieso. No fue una decisión fácil para quien esto escribe, después de tanto fracaso.
Tal vez sea productivo preguntarse delante de Dios “¿Qué hice mal?”. Pero cuando está casi todo mal, cuando por fin caemos en la cuenta de que nuestra vida, lejos de ser una “línea editorial” no fue nada más que un pobre “garabato ideológico”, vale la pena volver a las raíces y comenzar de nuevo.

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

(Efesios 2:10 RV60)
L.C.G. 

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