Lo triste es que no le damos a Dios la importancia que se merece; muchas veces nos creemos más importantes que Él y le vemos sólo como nuestro “banco de bendiciones”, creyendo que nosotros somos sus clientes preferenciales. Se nos olvida cuál es el principal propósito por el que existimos, por el cual nos creó, que no es otro más que rendirle adoración. Se nos olvida que fuimos creados para Él, que fuimos creados para amarle y para servirle.
Muchas personas creen, que por el mero hecho de haber realizado una oración de fe en algún momento de su vida, ya son merecedores de las bendiciones eternas que el Señor concede en Cristo Jesús, cuando realmente se nota por sus frutos que nunca le recibieron en su corazón; otros creen que porque han sufrido muchas adversidades ya son acreedores a mayores beneficios o que tal vez se merecen mucho más de parte de Dios; y otros se afanan por acaparar todas las bendiciones de “prosperidad”, como si fuera una especie de recompensa a su “sí” cuando el Señor tocó las puertas de su corazón.
Es cierto que mientras estuvimos apartados del Señor, Satanás no hizo otra cosa más que robarnos, matarnos y destruirnos, y que nuestro Padre Amado envío a su Hijo Precioso para darnos vida y darnos una vida en abundancia. Pero ¡ojo!, no confundamos las cosas, esa abundancia de la que se habla es espiritual antes que cualquier cosa. Es cierto que Dios quiere vernos prósperos, Él es un Dios de abundancia, es un Dios generoso; sin embargo, la prosperidad que más le interesa es la de nuestro espíritu.
¡No te creas tan importante! Jesucristo, siendo Rey de Reyes y Señor de Señores, se hizo pobre para concedernos el tesoro más valioso que podamos tener, la vida eterna. No te angusties tanto por lo que puedas obtener mientras vivas en este mundo, preocúpate por saber dónde pasarás el resto de la eternidad, esmérate por prosperar en tu espíritu, en tu alma, y verás que el resto de las cosas que el Señor sabe que realmente necesitas, las tendrás, Él te las dará. Por eso, de sus riquezas maravillosas mi Dios les dará, por medio de Jesucristo, todo lo que les haga falta. Filipenses 4:19. (Biblia TLA).
No nos merecemos nada, es la gracia de Dios la que nos da el privilegio de acceder a sus hermosas bendiciones; deja ya de creer que has sufrido demasiado y que por ese sufrimiento Dios te tiene que recompensar. Deja de creer que porque te has esforzado mereces tener lo que quieres; tú tendrás lo que Dios considere que debes tener. Agradezcamos que puso su mirada sobre nosotros y nos escogió, agradezcamos que tuvo misericordia y nos rescató.
Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 1:2. (Reina Valera 1960).
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