lunes, 2 de septiembre de 2013

No me grites - Devocional

Cuando algo nos desagrada, molesta o fastidia, puede que reaccionemos mostrando un cierto enojo, y cuando se ese algo hace repetitivo, incluso comenzamos a verlo como algo normal, algo que ya forma parte de nuestra vida. Hay muchas maneras de exteriorizar los enojos, y una de ellas es gritar, como forma de desahogarnos de la ira causada por una determinada situación.
screamingPero si nos ponemos a analizar nuestras reacciones, nos podríamos preguntar, ¿por qué gritamos? 

Un niño le preguntó a su padre: – ¿Por qué las personas gritan cuando están enojadas?, y él le respondió.- Porque pierden la calma, entonces gritan.

- Pero, ¿por qué le gritan a una persona que está a su lado? –Preguntó de nuevo el niño-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?, y el padre le explicó- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues que no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?… porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Éstas parejas no hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. No necesitan ni siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observa y verás lo cerca que están dos personas que se aman.
Sin embargo, cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esta distancia, para poder escucharse, deben gritar. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para conversar entre ellas.
Esta historia nos enseña que con los enojos sólo conseguimos alejar cada vez más a las personas, pudiendo incluso llegar a lastimarles con nuestras palabras. Cuando estamos enfurecidos podemos decir cosas que ni siquiera sentimos, pero que son resultado de un momento de enojo. Un dicho común declara “las palabras se las lleva el viento”, sin embargo la Biblia nos enseña que hay poder en las palabras, que podemos bendecir o maldecir con ellas. Santiago 3:9 nos habla sobre nuestra lengua: "Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.”


No dejemos que nuestros corazones se alejen de las personas que amamos y que Dios puso en nuestro camino, evitemos que las palabras nos distancien, pues nuestra misión es ser de bendición y no de maldición. "De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.” Santiago 3:10
Somos humanos, nos enojamos, nos irritamos. Sin embargo, cuando mantenemos una vida en comunión con Dios debemos refrenar nuestra lengua y también evitar mantenernos disgustados con los demás; esto sólo nos amarga y cuanto más tiempo pasa es peor.
“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,” Efesios 4:26

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