El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7 (NTV)
Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo y el otro era un cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración:
-”Te agradezco Dios, porque no soy un pecador como todos los demás; pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”.
En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a cierta distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba. Sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía:
-“Oh, Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”.
Fue el cobrador de impuestos y no el fariseo, quien regresó a su casa justificado delante de Dios, dijo Jesús. “Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados”. Lucas 18:14
Cuando oramos, ¿cuál de las dos actitudes es la que predomina en nosotros? ¿La del primer hombre que sigue a Dios religiosamente y resalta los defectos de los demás, o la del segundo hombre que reconoce su condición de pecador, que ha fallado y que necesita de la misericordia de Dios para continuar?Si te identificaste con la actitud del fariseo, aún tienes la oportunidad de cambiar. Estar vivo un día más es un regalo de Dios, lo que significa que aún puedes enmendar las cosas que hasta ayer hiciste mal. Esfuérzate por agradar a Dios, no sólo con tus palabras sino también con tus acciones, porque no hay nadie que te conozca mejor que Él; a Dios no puedes mentirle ni engañarle, pues Él conoce hasta los más íntimos pensamientos e intenciones de tu mente y corazón.
Deja de enfocarte en los demás y criticarlos; pon tus ojos en Jesús e imítale; pídele al Espíritu Santo que te ayude a reconocer qué áreas de tu vida necesitas mejorar y con su ayuda empieza a trabajar en ellas.
El secreto de una vida victoriosa está en saber reconocer quién es Dios y quién eres tú.
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