domingo, 1 de septiembre de 2013

Las etapas del conocimiento de Dios - Devocional - Vídeo

“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”.
1 Juan 2: 3-4
Este es un tema muy interesante, pues seguro que todos tenemos en nuestro corazón el anhelo de conocer cada día mejor a Dios, de relacionarnos mejor con Él y de acercarnos más, para estar seguros de que escucha nuestras oraciones, para recibir con agrado el cumplimiento de sus promesas y ver realizados los deseos de nuestro corazón; y para poder explicar de una manera más sencilla este tema, tomaré como ejemplo las etapas del noviazgo.
Existe una primera fase, previa al conocimiento del novio, novia, que es de esperar que todos conocemos, que es algo que flota en el ambiente y no se puede definir. Está en la atmósfera y brilla en nuestro rostro como una luz; hay atracción, hay curiosidad, nos sentimos felices, nos agrada esa persona, queremos saber todo de ella y nos vamos acercando poco a poco para obtener más información, como su nombre, su familia, su historia, sus gustos, educación, cultura, etc. Si esta introducción en nuestra vida, por parte de un personaje nuevo, resulta positiva y es mutuo el interés, será el inicio de una bella e indefinida relación que va a afectar a nuestra vida y al futuro de nuestra familia.
La vida espiritual es igual; yo recuerdo que antes de conocer a Jesús, a quien no me interesaba conocer y por tanto no le buscaba, que con frecuencia pensaba en Él. De alguna manera venían pensamientos acerca de Él a mi mente, otras veces conocía Su palabra y me sentía muy atraída por Su persona y personalidad aunque andaba en otros caminos; hasta que un día, me encontré de improviso yendo a visitar a una enferma en un hospital y todos mis pensamientos y mi ser, involuntariamente, estaban centrados en Jesús, El Cristo; sin que yo lo pidiera (bueno, no exactamente así), ese mismo día conocí al Mesías y Su amor, y al día siguiente ya había contactado con una amiga que sabía que era cristiana para que me hablara de Él. Fue amor a primera vista, estaba ya enamorada y comprometida con Él y con todo lo que tuviera que ver con Su persona; quise saber quién era, saber todo sobre el pueblo Judío (hasta ese momento, para mí completos extra-terrestres), saber Su historia, su muerte, las razones de su sacrificio y su resurrección; sacaba vídeos en la Universidad de Discovery Channel, acerca de historias de personajes del Nuevo Testamento, y recuerdo que me identifiqué inmediatamente con el Apóstol Pablo, con Pedro y con el libro de Isaías, que parecía haber sido escrito exclusivamente para mí, y en mi corazón ardía el deseo de llegar algún día a ser como ellos.
Dios me había estaba hablando y buscando desde siempre, pero yo no le prestaba atención porque yo practicaba yoga y tenía un maestro oriental (a punto de morir), y me parecía que eso era suficiente para mí, hasta que mi vida entró en una etapa de verdadera crisis y comencé a clamarle a Dios por un camino donde yo pudiera llegar a Él. No lo sabía, pero Él sí, y trajo a mi vida el único camino que podía conducirme a Él: Jesucristo. Y es aquí donde comienzan las etapas del Noviazgo y de la vida cristiana:


1º. Noviazgo – Etapa de mutuo conocimiento, aunque Él nos lleva ventaja, porque nos conoce desde antes de que nos formara en el vientre de nuestra madre; pero nosotros tenemos mucho que aprender y lo hacemos, gracias Dios, a través de Su Palabra, La Biblia, a través de los pastores y del testimonio de otros cristianos. Somos como bebés espirituales y en esta primera etapa estamos adquiriendo conocimiento de Dios en gran medida, sólo a nivel intelectual, con nuestra mente consciente y reemplazando algunos contenidos erróneos que teníamos antes acerca de la vida espiritual. Por su parte, Dios nos está tratando con mano suave, con paciencia y mucho amor, pues sabe que somos como cabritos salvajes a los que hay que domesticar y enseñar; y al igual que el noviazgo, esta es una etapa color de rosa, una verdadera luna de miel con el novio y con El Señor.
2º. Compromiso. Ya en esta etapa tenemos que saber o estar seguros de que queremos pasar el resto de nuestra vida con esa persona y con Él. Entonces nos ponemos más serios y nos sentimos más comprometidos con las cosas del Señor; ya hemos experimentado Su amor y Su misericordia, Su poder, Su brazo fuerte, y no queremos por nada del mundo separarnos de Él; entonces comenzamos a volvernos obedientes, a tratar de hacer todo lo que nos diga en La Biblia, lo que nos aconsejen los pastores, nos bautizamos, nos queremos casar por la iglesia (para toda la vida), etc. Esta etapa del conocimiento de Dios, es una etapa donde conocemos a Dios a través de Su Palabra y comenzamos a ganar un poquito de confianza, a tener más fe, a esperar en Él, etc. Pero sigue siendo un conocimiento intelectual, con muchos visos de emocional y algunos destellos de luz, de Su gloria, de intuición y del poder de Su Espíritu.
3º. Matrimonio. Esta es ya la etapa definitiva, no significa la más feliz, ni la más próspera, sino la más importante, porque nos casamos (hacemos un juramento mutuo) no para ser felices, (aunque esto llega en el momento en que tiene que llegar) sino para “santificarnos”, para que los contrayentes se santifiquen, se purifiquen de su suciedad, se cuiden mutuamente y crezcan en el amor mutuo, el de la familia y el del conocimiento de Dios. Las pruebas no cesan y los azotes de Dios no se hacen esperar, y hasta por un momento podemos creer que nos equivocamos de religión. Sin embargo no es así; en esta etapa, por ser la más importante y basada en los conocimientos previos que hemos adquirido de Dios, ya tenemos que empezar a utilizar nuestros órganos espirituales (ojos, oídos, corazón, intuición, revelación, discernimiento) para conocer a Dios, ya no solamente desde un plano intelectual, sino desde el espíritu; siendo completamente obedientes a Su Palabra y sensibles a la voz de Su Espíritu.
Es la etapa de la convivencia y es ahora cuando verdaderamente vamos a conocer a Dios, que es Él quien vive en mí, Su Poder y la diestra de Su justicia, porque es Él en persona a través del poder de Su Espíritu, quien estuvo, está y estará para obrar en nuestra vida, para que nosotros le conozcamos plenamente y seamos verdaderos testigos de Él. Este conocimiento de Dios es más profundo y va más allá del conocimiento intelectual y del conocimiento a través de La Biblia; conocemos a Dios a través de Su obrar en nuestra vida; si vivimos una vida donde todo lo rendimos a sus pies, Él tomará control de todas nuestras circunstancias y no habrá nada, absolutamente nada que nos suceda que no sepamos que es Su voluntad.
Debemos saber que existe sólo una forma para crecer en el conocimiento de Dios en esta etapa: conocerle a través de la relación que tenemos con Él cada día; es a través de esa conexión, de esa alimentación de su Palabra, de ver con nuestros propios ojos y reconocer que todo absolutamente se mueve en esta tierra bajo Su voluntad y que existen dos maneras de conocerle más, de tener tratos con Él, de hablar con Él y vivir bajo Su perfecta Voluntad, que son: Conocer a Dios a través de la Oración y a través de Su perfecta Voluntad. 

“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.

1 Corintios 2:11
 

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