sábado, 7 de septiembre de 2013

Jesús tenía sentido del humor - Reflexión - Vídeo

Jesús era plenamente humano, aunque sin pecado, y ser humano significa tener sentido del humor. Por lo general tenemos una imagen de Cristo tan poco humano que nos cuesta imaginarlo con una sonrisa. Y mucho más riéndose o diciendo algún chiste. Por eso no vemos lo mucho de humor que hay en los evangelios, o peor, tratamos de volverlos siempre serios. Por supuesto, Jesús no era frívolo, pero es evidente que a menudo decía cosas bastante chistosas, por mucho que nos sorprenda esto.

La forma especial del humor de Jesús era la ironía, algo así como las caricaturas, que nos hacen pensar en alguna situación chistosamente ridícula. Veamos algunos ejemplos:

-Pensemos por ejemplo en la famosa frase de “pasar un camello por el ojo de una aguja” (Mateo 19:24). Yo tengo tan mala vista y la mano tan poco firme, que me cuesta ya mucho trabajo pasar un hilito por la aguja, ¡pues qué decir de un camello, con todo su cuerpo y joroba! Pero algunos nos quieren decir que no, que eso era una puerta pequeña en el muro de Jerusalén que llamaban “el ojo de la aguja”, aunque también sería algo difícil pasar un camello por allí. El único problema es que nunca existió tal puertecita con ese nombre. Jesús utilizó una figura cómica, de alguien tratando de pasar un pobre camello por esa pequeña apertura de una aguja, pero nosotros insistimos en banalizarlo, incluso con teorías e inventos.

-Aquí otro sobre camellos: “Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello” (Mateo 23:24-25). ¡Imagínese la epiglotis que necesitarían para que pasara ese camello por su garganta! En el versículo que sigue, Jesús acusa a los escribas y fariseos de limpiar súper-bien sus tazas por fuera, dejando dentro de la taza toda la basura que traían. ¿Para qué limpiar escrupulosamente las partes de fuera de las tazas, si por dentro siguen
siendo pútridas?

-Otro chiste simpático: “echar perlas ante los puercos” (Mateo 7:6). Por experiencia, todos sabemos lo cochinos que son los cerdos. Cómo sería si yo le dijera a mi esposa, “Mira, mi querida Doris, tú sabes cuánto quiero a nuestras hijitas, ¿no me prestarías tus perlas para ponérselas a ellas? ¿Chistoso, verdad? Igual sería “tirar” las grandes verdades del evangelio y de las escrituras ante personas no aptas para recibirlas.

-¿Y qué me dicen de este otro? “Nadie prende una lámpara y la pone debajo de una canasta” (Mateo 5:15). ¡Qué gran tontería que sería eso! ¿Para qué encender una lámpara, sólo para esconderla? No sólo opacaría toda la luz de la lámpara, sino que podría ser un serio peligro de causar un incendio. Pero en la vida real es igualmente ridícula nuestra conducta cuando habiendo recibido de Cristo la luz de la vida, hacemos todo lo posible por 
esconderla.

-Jesús se refería algunas veces al ojo humano con fina ironía. “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3). Parte de lo simpático aquí es oponer algo muy común que todos conocemos, con otro algo totalmente imposible. Todos hemos experimentado alguna vez una basurita en el ojo, ¿pero todo un palo en un ojo? ¡Difícil imaginárselo! ¡Qué ojote más enorme 

para que cupiera esa viga! Jesús aprovecha este contraste tan dramático y exagerado, para ridiculizar el espíritu de critica de los que juzgan a otros sin examinarse a sí mismos.

El Jesús de los evangelios era (y es) plenamente Dios, pero también plenamente humano, con todo el sentido de humor; humor que aporta muchísimo a nuestra vida como imagen y semejanza de Dios.

La primera herejía referente a Cristo del Nuevo Testamento se llamaba el “docetismo”, que afirmaba que Cristo no era realmente humano, sino que sólo aparentaba serlo (del griego, dokeô, aparentar, fingir). Y es que no basta afirmar la deidad de Jesucristo sin su humanidad. Y tan grave era esa 
herejía, que Juan la llama el espíritu de Anticristo (1 Juan 2:18,22; 4:3; 2 Juan 7). Tampoco hay contradicción entre la deidad de Jesús y su plena, 

auténtica humanidad. Y por supuesto, ¡Jesús no sería plenamente humano si no tuviera sentido del humor!

Los evangelios narran muchas frases y situaciones que si nos parásemos a imaginarlas o si las tomásemos literalmente, nos caerían con mucha gracia, por ejemplo, el señor que no quería levantarse de la cama para abrir la puerta (Lucas 11:5-9) y la viuda terca que insistía e insistía hasta que el juez se cansó y le hizo justicia (Lucas 18:1-5). Tiene humor simpático el comentario de Jesús sobre Juan el Bautista (Lucas 7:24-26), que podríamos parafrasear así: “¿Qué esperaban ustedes encontrar en el desierto, un predicador con chaqueta y corbata?”. No falta un cierto humor acerbo en el comentario de Marcos 5:26 sobre la mujer “que había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada le había aprovechado, sino que le iba peor”.
¡Ay de esos matasanos mercenarios!

A Jesús le gustaba hablar con simbolismos exagerados que tomaban a la gente por sorpresa. Nosotros estamos muy acostumbrados a la figura de “nacer de nuevo”, pero Nicodemo se quedó en la luna cuando el Señor le dijo que él tenía que nacer de nuevo. “¿Pero cómo puede ser eso?”, preguntó Nicodemo. “¿Tengo que entrar de nuevo en el vientre de mi madre?”
Podríamos ampliar el simbolismo: ¿Y cómo entro mejor, de cabeza o con los pies delante?”. Parece que Nicodemo captó la paradoja de las palabras del Maestro, pero no el humor. Pero el evangelista sí lo entendió y lo trasmitió en su relato. 

Y muchos ejemplos más. En fin, no nos tomemos todo muy en serio y usemos el humor para liberarnos de las presiones de la vida y liberar a quienes nos rodean. En la vida no todo son lágrimas, a veces riendo también lloramos.

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