miércoles, 11 de septiembre de 2013

En los brazos de mi padre - Reflexión

En un pueblo lejano vivía un niño llamado Franco. Cada fin de semana se levantaba muy temprano para ir al parque con su papá, y ambos disfrutaban plenamente estos paseos. Un día, cuando llegaron, el niño se puso a jugar mientras era vigilado por la atenta mirada de su padre. De repente, los colores variados de un kiosco llamaron su atención, y entonces le pidió a su padre algo de dinero para comprar golosinas.
boy
Con algunas monedas en la mano, Franco corrió hacia el kiosko, pero parecía que todos los niños del parque se habían puesto de acuerdo para ir a comprar algo en ese preciso momento. El kiosko estaba repleto, y ahí estaba Franco en medio de una batalla de empujones entre todos los niños. Cada uno de ellos gritaba a todo pulmón, buscando llamar la atención del vendedor. Y tampoco su estatura ayudaba demasiado, ya que por su escaso porte quedaba oculto en el grupo. Había niños más grandes que él e incluso algunos adultos, tratando de obtener algún dulce para amenizar la jornada.
Parecía misión imposible, y cuando ya casi estaba resignado, escuchó una voz que le dijo:  ¿Franco, que haces ahí? 
–Trato de comprar caramelos pero no puedo, respondió el niño con enojo. El papá, sonriendo, le subió a sus hombros y entonces sí lograron llamar la atención del vendedor para comprar lo que tanto querían.
Al igual que Franco, a veces pensamos que tenemos todo lo necesario para alcanzar nuestras metas, pero nos enfrentamos con obstáculos inesperados que se interponen en el camino a nuestro éxito. Son situaciones en las que parece que nuestros gritos no son escuchados, o que no nos podemos abrir paso entre tanta gente.
Entonces nos damos cuenta que lo que tenemos no basta. Podríamos tener la profesión y no el trabajo, la casa pero no el hogar, o el preciado talento pero no físicamente el instrumento. Podríamos tener muchas cosas y aún así no lograr nada.

Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer".
Quizás éste tiempo has estado pasando por situaciones difíciles y te sientes incapaz de encontrar una solución. No te rindas, recuerda que hay alguien que te llama por tu nombre, que te ama tal cual eres y que no dejará para siempre caído al justo. Levanta la mirada al cielo, hay un Dios amoroso que viene en tu socorro.
Salmos 121 1-2 “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra”.
Deja que tu Padre celestial te cargue en sus hombros, permite que sea Él quien te levante de tu dura realidad. Cuando Él interviene la victoria está mucho más cerca. 

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