miércoles, 25 de septiembre de 2013

Ella llegó cuando me deleité en la obra de Dios - Devocional - Vídeo

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Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón
Salmos 37:4
Yo, cómo muchos cristianos, anduve en busca de mi compañera, aquella con la que me complementaría en la obra del Señor. Sin embargo, entre más la buscaba, menos la encontraba; cuanto más le recordaba a mi Señor que la pusiera en mi camino, más era mi desesperación…. hasta que comprendí que no había que buscarla, sino sólo esperarla. Ella ya existía, ya había sido creada para mí, Dios ya lo había hecho. Incluso me permitió soñar con ella en varias ocasiones, sólo habría que esperarla.
Cuando me decidí a esperarle a ella y comenzar a servirle al Señor en lo que Él quería, ella entró a mi vida en forma de amiga, y desde el primer momento fue mi ayuda idónea. Al principio de mi ministerio, Dios la puso a ella como ayuda. Recuerdo la alegría que sentía cuando me ayudaba a corregir la ortografía de mis escritos, y cómo nos gozábamos por tener una amistad con alguien que hablara nuestro mismo idioma: Jesucristo, nuestra pasión más grande.
Cuando me metí de lleno en la voluntad de Dios para mi vida, Él comenzó a actuar. Cuando comencé a cuidar los intereses de mi Dios, Él hizo de mis intereses los suyos.
Te puedo decir que verdaderamente Dios concedió las peticiones de mi corazón, he encontrado a mi princesa… y es mucho más de lo que yo anhelaba. Cuando juntos empezamos a disfrutar los asuntos del Señor, Él se encargó de despertarnos a Él. Él se encargó de despertar en mí el deseo de honrarle, amarle y protegerle... y en ella un amor que es mi tesoro.

Desde el principió ambos tuvimos una gran afinidad espiritual, orábamos constantemente el uno por el otro, intercedíamos, podíamos hablar horas sin parar y sentíamos gran admiración el uno por el otro. Y un día, Dios se encargó del resto, nos permitió despertar del sueño y ser por fin la anhelada pareja. Día a día nos enamoramos más, día a día descubrimos un detalle más por el que nos gusta estar juntos… nos amamos de una manera que ninguno había experimentado. Es un amor diferente, es un amor sincero, un amor que arde, es un amor en el que sólo deseamos honrarnos, es un amor que está dirigido por el espíritu; un amor que fue concebido al buscar el sueño de Dios.
Querido hermano/a, sí aún nos has conocido a aquella/aquel que fue creada/o para ti, haz de los negocios del Señor lo tuyo, deléitate en su obra y Él se encargará de conceder las peticiones de tu corazón. Ese anhelo que hay en ti por compartir tu vida con esa pareja que siempre soñaste, no es una invención tuya. Métete de lleno en la obra del Señor, deja de preocuparte del asunto…. y Dios se encargará de ponerla en tu camino. No hace falta recordarle a Dios constantemente cómo quieres que sea tu pareja, sólo da por seguro que Él mejorará en mucho los deseos de tu corazón.

Deléitate en la obra del Señor, prepárate para esa anhelada pareja y cuando menos lo esperes, estaréis gozando juntos en la obra del Señor.


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