Porque somos incapaces de conocer plenamente a los demás, la fe es un ingrediente característico de todas las relaciones. Por ejemplo, una esposa se sube a un coche conducido por su esposo, confiando en que él conducirá con precaución, aunque a menudo él conduce más rápido de lo que ella lo haría por las carreteras en invierno. Ella confía en que él actúe en todo momento por el bien de ambos. Todos nosotros compartimos información particular de nosotros mismos con los demás, confiando en que ellos no nos traicionarán con esa información. Y también conducimos por la calle, confiando en que aquellos que conducen a nuestro alrededor sigan las reglas de tráfico. Así que, ya sea con extraños o con amigos íntimos y compañeros, debido a que no podemos conocer por completo a los demás, la confianza es siempre un componente necesario en nuestras relaciones.
Si no podemos conocer plenamente a nuestros finitos compañeros humanos, ¿cómo esperamos conocer plenamente a un Dios infinito? Aunque Él decidiera revelarse a Sí mismo totalmente, es imposible para nosotros conocerle en totalidad. Es como tratar de vaciar el océano (infinito en volumen) en un frasco de un cuarto de litro (finito)… ¡imposible! No obstante, así como podemos tener relaciones significativas con otros que han acrecentado nuestra confianza, por lo que conocemos de ellos y su carácter, así Dios ha revelado lo suficiente acerca de Él mismo a través de Su creación (Romanos 1:18-21), a través de Su Palabra escrita, la Biblia (2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:16-21), y a través de Su Hijo, Jesucristo (Juan 14:9).
Lo hizo así para que podamos entrar en una significativa relación con Él, pero esto sólo es posible cuando la barrera de nuestro pecado ha sido quitada, al confiar en la persona y obra de Cristo en la cruz como el pago por nuestros pecados. Esto es necesario porque, así como es imposible que la luz y las tinieblas coexistan juntas, igual es imposible que un Dios santo tenga relación con un hombre pecador, a menos que su pecado haya sido pagado y quitado.
Jesucristo, el Hijo de Dios, sin pecado, murió en la cruz para llevar nuestro castigo y cambiarnos, para que cualquiera que crea en Él pueda llegar a ser hijo de Dios y vivir eternamente en Su presencia (Juan 1:12; 2 Corintios 5:21; 2 Pedro 3:18 y Romanos 3:10-26).
En el pasado hubo ocasiones en que Dios se reveló a Sí mismo de forma más “visible” a la gente. Un ejemplo de esto fue en el tiempo del Éxodo de Egipto, cuando Dios reveló Su cuidado por los israelitas al enviar milagrosas plagas sobre los egipcios, hasta que estuvieron dispuestos a liberar a los israelitas de la esclavitud. Entonces Dios abrió el Mar Rojo, permitiendo que aproximadamente dos millones de israelitas cruzaran sobre tierra seca. Después, mientras el ejército egipcio buscaba perseguirles a través de la misma brecha, Él liberó las aguas, que cayeron sobre ellos y les cubrió (Éxodo 14:22-29). Más tarde, en el desierto, Dios les alimentó milagrosamente con maná, y les guiaba por el día mediante una columna de nube y por la noche con una columna de fuego, representaciones visibles de Su presencia con ellos (Éxodo 13:21).
Sin embargo, a pesar de estas repetidas demostraciones de Su amor, guía, y poder, los israelitas aún se rehusaban a confiar en Él cuando Dios quería que entraran a la Tierra Prometida. En vez de eso, ellos prefirieron confiar en la palabra de diez hombres, que les atemorizaron con sus historias de ciudades amuralladas y la estatura gigante de la gente de esa tierra (Números 13:26-33). Estos eventos mostraron, que las futuras revelaciones de Dios a nosotros no tendrían un gran y mayor efecto en nuestra habilidad para confiar en Él. Si Dios actuara de manera similar con la gente de hoy, no responderíamos de manera diferente a los israelitas, porque nuestros corazones pecaminosos son iguales a los de ellos.
La Biblia también habla de un tiempo futuro, cuando el Cristo glorificado regresará a gobernar la tierra desde Jerusalén por 1,000 años (Apocalipsis 20:1-10). Más gente nacerá en la tierra durante el reinado de Cristo. Él gobernará con absoluta justicia y equidad, y sin embargo, a pesar de Su perfecto gobierno, la Biblia asegura que al final de los 1,000 años, Satanás no tendrá problemas para levantar un ejército que se rebele contra el reinado de Cristo. El futuro evento del milenio y el evento pasado del éxodo, revelan que el problema no es que Dios no se haya revelado lo suficiente al hombre, sino que el problema reside en el pecaminoso corazón del mismo, que se rebela contra el reinado amoroso de Dios. Nosotros anhelamos lastimosa y pecadoramente tener el auto-control.
Dios nos ha revelado lo suficiente de Su naturaleza como para que seamos capaces de confiar en Él. Él ha mostrado a través de los eventos de la historia, en las obras de la naturaleza, y a través de la vida de Jesucristo, que es todopoderoso, omnisciente, todo sabio, todo amoroso, todo santidad, inamovible y eterno. Y en esa revelación Él ha demostrado que es digno de ser confiado. Pero así como los israelitas en el desierto, la decisión es nuestra de confiar o no en Él. A menudo nos vemos inclinados a tomar esta decisión, basándonos en lo que creemos conocer acerca de Dios, en vez de lo que Él ha revelado de Sí mismo y que puede ser entendido acerca de Él, a través de un cuidadoso estudio de Su inerrante Palabra, la Biblia. Si tú aún no lo has hecho, comienza un cuidadoso estudio de la Biblia, y podrás llegar a conocer a Dios a través de una dependencia de Su Hijo Jesucristo, quien vino al mundo a salvarnos de nuestros pecados para que podamos tener un dulce compañerismo con Dios, tanto ahora como de manera plena un día en el cielo.
En el pasado hubo ocasiones en que Dios se reveló a Sí mismo de forma más “visible” a la gente. Un ejemplo de esto fue en el tiempo del Éxodo de Egipto, cuando Dios reveló Su cuidado por los israelitas al enviar milagrosas plagas sobre los egipcios, hasta que estuvieron dispuestos a liberar a los israelitas de la esclavitud. Entonces Dios abrió el Mar Rojo, permitiendo que aproximadamente dos millones de israelitas cruzaran sobre tierra seca. Después, mientras el ejército egipcio buscaba perseguirles a través de la misma brecha, Él liberó las aguas, que cayeron sobre ellos y les cubrió (Éxodo 14:22-29). Más tarde, en el desierto, Dios les alimentó milagrosamente con maná, y les guiaba por el día mediante una columna de nube y por la noche con una columna de fuego, representaciones visibles de Su presencia con ellos (Éxodo 13:21).
Sin embargo, a pesar de estas repetidas demostraciones de Su amor, guía, y poder, los israelitas aún se rehusaban a confiar en Él cuando Dios quería que entraran a la Tierra Prometida. En vez de eso, ellos prefirieron confiar en la palabra de diez hombres, que les atemorizaron con sus historias de ciudades amuralladas y la estatura gigante de la gente de esa tierra (Números 13:26-33). Estos eventos mostraron, que las futuras revelaciones de Dios a nosotros no tendrían un gran y mayor efecto en nuestra habilidad para confiar en Él. Si Dios actuara de manera similar con la gente de hoy, no responderíamos de manera diferente a los israelitas, porque nuestros corazones pecaminosos son iguales a los de ellos.
La Biblia también habla de un tiempo futuro, cuando el Cristo glorificado regresará a gobernar la tierra desde Jerusalén por 1,000 años (Apocalipsis 20:1-10). Más gente nacerá en la tierra durante el reinado de Cristo. Él gobernará con absoluta justicia y equidad, y sin embargo, a pesar de Su perfecto gobierno, la Biblia asegura que al final de los 1,000 años, Satanás no tendrá problemas para levantar un ejército que se rebele contra el reinado de Cristo. El futuro evento del milenio y el evento pasado del éxodo, revelan que el problema no es que Dios no se haya revelado lo suficiente al hombre, sino que el problema reside en el pecaminoso corazón del mismo, que se rebela contra el reinado amoroso de Dios. Nosotros anhelamos lastimosa y pecadoramente tener el auto-control.
Dios nos ha revelado lo suficiente de Su naturaleza como para que seamos capaces de confiar en Él. Él ha mostrado a través de los eventos de la historia, en las obras de la naturaleza, y a través de la vida de Jesucristo, que es todopoderoso, omnisciente, todo sabio, todo amoroso, todo santidad, inamovible y eterno. Y en esa revelación Él ha demostrado que es digno de ser confiado. Pero así como los israelitas en el desierto, la decisión es nuestra de confiar o no en Él. A menudo nos vemos inclinados a tomar esta decisión, basándonos en lo que creemos conocer acerca de Dios, en vez de lo que Él ha revelado de Sí mismo y que puede ser entendido acerca de Él, a través de un cuidadoso estudio de Su inerrante Palabra, la Biblia. Si tú aún no lo has hecho, comienza un cuidadoso estudio de la Biblia, y podrás llegar a conocer a Dios a través de una dependencia de Su Hijo Jesucristo, quien vino al mundo a salvarnos de nuestros pecados para que podamos tener un dulce compañerismo con Dios, tanto ahora como de manera plena un día en el cielo.
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