“Y será predicado este evangelio, en todo el mundo...” Mateo 24.14a (RVR60).
A lo largo de la historia vemos como a los portadores de malas noticias se les temía, se les rehuía e incluso se llegaba a matarles. Por el contrario, a los mensajeros de buenas noticias se les premiaba y agasajaba.
Cada hijo de Dios tiene la inmensa bendición y privilegio de poder compartir, con todos los que le rodean, una buena noticia: el Evangelio de Jesucristo.
No es una religión, no es una doctrina, y sí es la única oportunidad para las personas que nos oyen, de decidir acerca de su futuro eterno: vivirlo en la Presencia y Gozo de Dios, o en separación, confusión y vergüenza perpetuos.
Jesús, terminado su ministerio terrenal, les recordó a sus discípulos, que esta buena noticia, en los últimos tiempos, sería predicada de forma masiva en todos los países y etnias por muchos medios. En este pasaje, Jesús advierte que el “fin” vendrá después de que el evangelio sea predicado adecuadamente a todas las naciones.
Querido hermano y hermana, seguro que nos acercamos a esos tiempos difíciles y peligrosos, pero al mismo tiempo gloriosos, cuando Dios decida intervenir, rescatar a su Iglesia, y juzgar a naciones y hombres. Gracias a Dios, cada día se multiplican los esfuerzos misioneros, las televisiones, radios, traducciones y el alcance a la población mundial aumenta.
Pero no nos conformemos en que estos esfuerzos los hagan otros. Cada uno de nosotros, tú y yo, al leer estas palabras de Jesús, debe sentirse llamado a ser un humilde, pero eficaz portador de esa buena noticia: que Cristo quiere perdonar los pecados, reconciliarse con el hombre y salvarle de la condenación eterna.
A mi vecino, amigo o familiar, quizás nunca le alcance ningún medio masivo de
predicación, ni asista a una campaña de una iglesia. Pero sí podrá oír de mis
labios, y ver en mis gestos acciones y reacciones de una buena noticia. ¡Qué gran responsabilidad y al mismo tiempo qué tremendo y bello privilegio!
Tenemos una Buena Noticia, compartámosla con todos los que podamos.
Señor, hazme comprender qué clase de noticia tengo en mis manos para compartirla.
¿Soy consciente del regreso del Señor por su Iglesia? ¿Qué debo cambiar en mi vida ?
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