“Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis”. Ezequiel 37:5
A lo largo de nuestras vidas todos tenemos que vivir diversos procesos, en mayor o menor proporción. Hace ya un año quise someterme a un proceso algo doloroso y complicado que tenía que ver con mi salud y con mi futuro, a sabiendas de que al final traería un bien a mi vida. Hace menos de tres semanas fui intervenida en una operación. Uno de los factores importantes que cada especialista nos advierte a cada uno de los que nos sometemos a este proceso, es que aunque sintamos dolor, después de ser intervenidos, tenemos primero que sentarnos y luego caminar, movernos. Es determinante para la recuperación que sigamos las instrucciones que nos den y que el dolor no nos impida hacer lo que tenemos que hacer, porque si no, atrasaríamos el proceso y muchos incluso podrían morir.
Estos días, mientras caminaba meditaba en las grandezas que el Señor hace en nuestras vidas. En cómo Él obra por caminos que nos parecen misteriosos y cómo nos lleva hasta donde quiere que estemos. Y mientras más analizaba, Dios me hacía recordar el pasaje de Ezequiel en aquel valle de huesos secos e inertes. Esos huesos que parecían no tener vida, ante el toque de Dios y la palabra proclamada, volvieron a juntarse. Dios sopló aliento de vida en ellos y lo que parecía imposible se hizo realidad.
Muchas veces, a lo largo de nuestras vidas, nosotros nos sentimos como esos huesos sin vida de los que hablaba el profeta Ezequiel en aquella visión. Pensamos y sentimos que ya no hay esperanza ni un futuro prometedor para nosotros. Los demás pronostican sobre nosotros males, calamidades o nos agobian con sus juicios y palabras, pero de repente Dios toma el control y se mete en la escena que estamos viviendo para cambiar el panorama, para hacernos ver que Él sigue estando presente. De repente, Él sopla sobre nuestras almas y comenzamos a movernos. Y al movernos comenzamos a sentir la vida que hay dentro de nosotros. Nuestro corazón late emocionado, el alma nos vuelve al cuerpo y nos sentimos esperanzados y con ganas de salir hacia adelante.
Desconozco cuál sea el proceso y el valle que hoy estás experimentando. No sé hasta qué grado sientes tus huesos secos. No sé si tu corazón sangra de dolor, herido y lo sientes casi muerto. Él sigue latiendo, pero tú te sientes como una sombra en medio del mundo que habitas. No sé tampoco si sientes tus sueños, ilusiones y esperanzas rotas; si alguien quebrantó tus sentimientos de tal manera, que sientes que ya las cosas no volverán a ser iguales. Pero lo que sí sé es que Dios quiere soplar aliento de vida en ti. Él no desea que permanezcas dejándote llevar por las circunstancias, sino que te renueves, te regeneres y demuestres que tienes fuerzas para salir hacia adelante y superarte.
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