Más que palabras valen los hechos, más que palabras son nuestras actitudes las que nos llevan a agradar a Dios o a hacer lo contrario. De tu boca pueden salir las palabras más hermosas que alguien pudo decir, pero lo que haces es lo que verdaderamente determina lo que eres, no hay nadie que diga que no ama a Dios, pero todos, a pesar de “decir amarle”, hacemos cosas que demuestran lo contrario.
Es muy fácil hablar y decir que lo sentimos y le queremos, pero actuar conforme a nuestras palabras a veces resulta difícil. En ocasiones debemos detenernos a pensar si realmente estamos amando a Dios, si verdaderamente hacemos lo que decimos y si le estamos demostrando ese amor que profesamos.
Cuando pensamos en el amor de Dios, lo hacemos recordando una de las miles de cosas que ha hecho por nosotros, pero el amor de Dios no sólo es pensar en lo mucho que nos lo dice en la Biblia, sino en los HECHOS, que hablan más que todos los libros que podamos leer.
El amor de Dios hacia nosotros es palpable, no son sólo lindas palabras y promesas escritas; Jesús no vino al mundo sólo para hablar del gran amor que tenía y sigue teniendo por la humanidad, Jesús vino y demostró su amor, más que con palabras, con la demostración de amor que nadie más hizo ni hará.
Nuestro amor por Dios debe ser el mismo que decimos, el amor se demuestra con hechos, no sólo con palabras, el amor es una acción, cuando amas a alguien no le muestras tu amor solamente diciendo lo que sientes, sino que buscas la manera de hacérselo sentir. Dios no busca un poeta o escritor que le diga cuanto le ama con hermosos escritos y rimas, Él se interesa en corazones dispuestos a honrarle con acciones.
Los verdaderos encuentros con Dios no se obtienen mediante palabrerías, sino que son el resultado de una búsqueda real, de un corazón sensible que busca su presencia y de un profundo anhelo por demostrarle cuánto se le ama.
Los actos hablan más que las palabras, una de las cosas que a Jesús le desagradaba de los escribas y fariseos, era que aunque eran hombres muy sabios y conocían las leyes y la Biblia, no mostraban con sus actos toda su sabiduría, les era inútil saber tanto, porque enfocados en sus palabras y conocimiento, olvidaron demostrarlo.
Es importante lo que hablas, pero es más importante aún lo que haces, tus hechos demuestran si es verdad lo que dices, el mejor testimonio que puedes dar es tu vivir día a día, lo que prueba tu amor por Dios no es lo que dices de Él, sino lo que haces por Él.
¿Alguna vez te has preguntado si Dios se siente verdaderamente amado con lo que haces? Creo que siempre es buen momento para detenerte a pensar en que hay que hacer más de lo que dices, ama a Dios con tus hechos, más que con tus palabras.
Ama a Dios con hechos, ámale con tu comportamiento, ámale creyendo en Él, amando a otros, confiando y creyendo en sus promesas, ámale en la victoria y en el momento de prueba, ámale con tu vida, eso vale más que las palabras.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”
Mateo 22:37
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