sábado, 20 de julio de 2013

La Almohada y La manta - Reflexiones

Hace mucho tiempo, una niña de familia adinerada se preparaba para ir a la cama. Decía sus oraciones, cuando oyó un sollozo a través de su ventana. Un poco asustada se asomó por ella. Otra niña, que parecía de su misma edad y totalmente desposeída estaba parada en el callejón, junto a la casa de la niña rica.
Su corazón se identificó con la niña pobre, ya que estaban en lo más frío del invierno y la niña no tenía manta, tan sólo viejos periódicos que alguien había tirado. A la niña rica se le ocurrió una brillante idea. Llamó a la otra niña y le dijo: “Hola, tú, por favor, acércate a mi puerta”. La niña desposeída estaba tan asombrada que sólo pudo asentir.
Tan rápido como se lo permitieron sus piernas, la niñita bajó las escaleras hasta el armario de su madre y tomó una vieja manta y una gastada almohada. Tuvo que caminar lentamente a la puerta de enfrente para no tropezar con la manta que colgaba, pero finalmente lo logró.
Dejando caer ambos artículos, abrió la puerta. Parada allí, estaba la niña desposeída, visiblemente atemorizada. La niña rica sonrió cálidamente y le entregó ambos artículos a la otra niña. Su sonrisa se agrandó al observar la auténtica sorpresa y felicidad en el rostro de la otra niña. Y se fue a la cama increíblemente satisfecha.
A media mañana del día siguiente alguien tocó a la puerta. La niña rica voló a la puerta esperando ver a la otra niña allí. Abrió la gran puerta y miró fuera. Era la otra niñita. Su rostro se veía feliz y sonrió. “Supongo que no querrás estas cosas de nuevo”.
La niña rica abrió su boca para decir que podía quedárselas, cuando se le ocurrió otra idea. “No..., sí, las quiero de vuelta”. El rostro de la niña pobre se entristeció. Esta, obviamente, no era la respuesta que esperaba. Con desgana dejó los gastados artículos en el umbral y se volvió para irse, cuando la niña rica le gritó: “¡Espera! Quédate allí”.

Se dio la vuelta a tiempo, para ver a la niña rica corriendo escaleras arriba y por un largo corredor. Decidiendo, que sin importar lo que la niña rica hiciese, no valía la pena esperar, se volvió de nuevo y se alejó. Al dar el primer paso, sintió que alguien le tocó el hombro. Al volverse vio a la niña rica, tirándole una nueva manta y almohada. “Ten éstas”, dijo suavemente. Eran las suyas, hechas de seda y plumas.
Al crecer las dos, no se vieron mucho, pero nunca estuvieron muy lejos la una de la otra en sus mentes. Un día, la niña rica, que ahora era una mujer rica, recibió una llamada telefónica de alguien. Un abogado que decía que necesitaba verla en su oficina.
Cuando llegó a la oficina, le dijo por lo que la llamó. Hace cuarenta años, cuando ella tenía nueve, había ayudado a una niña necesitada que creció hasta convertirse en una mujer de clase media, con esposo y dos hijos. Ésta había muerto recientemente y le había dejado algo en su testamento. “Aunque”, dijo el abogado, “es una cosa muy extraña: Le dejó una almohada y una manta”.

Hay cosas en la vida que quizás no tengan mucho precio para algunos, pero para otros pueden ser de mucho significado, especialmente cosas que con amor, comprensión y mucho corazón alguien compartió. Hay mucho que podemos hacer y que podría impactar la vida de otros. Hoy puede ser ese día en que podrías impactar la vida de otro con un gesto, un presente o sólo una sonrisa, pero con mucho corazón.
El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas. Proverbios 10:12
Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor. Cantares 2:4
“En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.” Mateo 25:40

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