Pasaje clave: Génesis 22.
La promesa se había cumplido. Dios le había dado descendencia, le había prosperado y bendecido muchísimo. Pero llegó el tiempo de volver a ser probado por Dios (22:1). Dios le pidió que le entregara a su propio hijo.
Abraham hizo todo lo que Dios le dijo. No pensó en ningún momento que esa dura situación podría venir de Satanás. Sabía que Dios estaba detrás de esa prueba terriblemente difícil. Y a pesar de todo lo que pensó y sintió, Abraham obedeció.
Sería de todo punto ilusorio pensar que él se sentía “feliz” con lo que Dios le pedía. ¡Por supuesto que no estaba feliz! Incluso se debió haber sentido terriblemente mal. Todo el camino que anduvo hasta el monte debió haber sido una agonía, preguntándose una y otra vez “por qué”. ¿Por qué Dios le había dado este hijo, si ahora le pedía que le sacrificara como si fuera un animal? ¿Por qué le había hecho promesas que ahora desbarataría? ¿Por qué?… si él amaba profundamente a su hijo. Le amaba más que a nada en el mundo.
Sincérate contigo mismo: ¿Cuáles (o cuál) son las cosas o personas sobre la tierra que más amas?
¿Cómo saber qué es lo que más amas?
Es fácil. ¿Qué es lo que más te dolería perder? ¿Qué es “eso” que si algún día lo llegaras a perder, te lo robaran, se muriera, o se fuera, te produciría un tremendo dolor y una gran angustia?
“Eso” que más te dolería perder es lo que más amas.
Imagínate que Dios te pidiera que entregases “eso” que más amas, que renunciaras completamente a “ese” amor. ¿Cómo te sentirías?
¿Qué pensarías de Dios? Sé sincero.
Dios le había pedido a Abraham que renunciara a su único hijo, y ahora que Abraham estaba a punto de sacrificarle, Dios le detiene y le prohíbe lastimarle.
¿Por qué piensas que Dios hizo eso? (Gn.22:11 al 13).
Dios le permitió quedarse con lo que amaba (con su hijo), sólo después de haber probado su corazón y su amor. Isaac había llegado a ser tan importante para Abraham, que el amor por él ocupaba el mismo lugar que el amor por Dios. Es como si teniendo a Isaac se sintiera tan seguro, con ganas de vivir, tan completo, que ya no necesitaba nada más, o necesitaba menos de Dios que antes. El corazón de Abraham ya no le pertenecía totalmente a Dios, ahora también le pertenecía a Isaac. Por esto Dios le puso a prueba.
Dios no comparte tu corazón con nada ni con nadie. Él tiene todo el derecho de ser el único en tu vida.
Hay muchas cosas importantes a tu alrededor y seguramente amas algunas de ellas más que a otras: tus padres, tu familia, algún amigo predilecto, tu novia/o, dinero, algún ministerio de la iglesia, estudio, trabajo, ropa, instrumento musical… Pero nada de eso puede ocupar el primer lugar en tu corazón. “Eso” que más amas, en algún momento Dios te lo va a reclamar para que no lo ames más que a Él mismo. Dios busca que tu seguridad, que tu sentimiento de que eres valioso, que tu confianza, no dependan de las cosas o de las personas, sino de tu relación personal con Él.
Tu corazón y tu amor, ¿son completamente de Dios?
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