“Porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.”
Romanos 10:13 (Nueva Versión Internacional).
DIOS me la había regalado, no obstante no vi su valor y la eché a perder. Se trataba de mi vida. No medí las consecuencias de mi pecado y éstas me alcanzaron. El diagnostico era simple, no había solución. Mi alma, cuerpo y mente estaban sumamente dañados. Lo tenía todo perdido pero Él apareció, mi Salvador. Alguien me dijo: Si Él no te puede ayudar nadie más podrá hacerlo. Estaba cansado de buscar una solución para mi herida mortal. Pero un día le entregué mi vida a Jesús, perdonó mis pecados, me restauró y me regaló un nuevo comienzo. Con el paso del tiempo, Su Espíritu Santo sanó mi ser y le llenó de poder para servirle. Y aquella historia de terror que viví es sólo un pequeño recuerdo.
Solamente Jesús tiene el poder de salvar a aquellos que lo han perdido todo como consecuencia de sus pecados. Sólo Él puede revivir a los que están muertos en vida. Solamente el poder de Su sangre puede abrir las prisiones que ha construido Satanás, en las almas de los perdidos. Jesucristo es la paz (Isaías 53:4-5) que necesitan aquellos que son atormentados por los demonios. Él es la fortaleza que necesitan los que andan fatigados por la vida.
Todo lo que hay que hacer para que Jesús salve es creer en Él. No hace falta realizar ningún tipo de acto u obra para ser salvo y liberado, únicamente creer, creer de verdad, que Él pagó por los pecados de uno mismo, y que Jesús es el Hijo de DIOS.
“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8 (Nueva Versión Internacional).
Si tú estás cautivo en las tinieblas, si tu pecado te ha hecho perder tu vida, si estás enfermo, o si tienes cualquier carga que te oprima, Jesús te puede salvar.
Haz esta oración, créelo de todo corazón y Jesús te salvará:
“DIOS, perdona mis pecados, reconozco que Jesús es tu Hijo, que pagó por mis pecados, y que resucitó para darme vida. Jesús, sálvame. Lávame con tu sangre y quebranta cualquier cadena en mi vida. Sé el Señor de mi vida y envíame al Espíritu Santo para que me llene de tu poder y me ayude a hacer tu perfecta voluntad. Oro esto en el nombre de Jesús, Amén.”
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