Entonces, si hay tantos riesgos cuando intentamos o tratamos de crecer y alcanzar metas en la vida, ¿por qué lo intentamos?
Una razón es que Dios ha puesto en nuestro interior un impulso que nos lleva a mejorar en la vida.
Como alguien dijo una vez, “llega el día en que el riesgo de quedarse como un brote, es más doloroso que el riesgo de florecer”.
Sabemos que no podemos recoger rosas sin el riesgo de pincharnos con las espinas, pero cuando la posibilidad de enfrentarnos con las espinas es demasiado dolorosa, recuerda que cuando Dios te inspira a cortar rosas nuevas, puedes confiar en que Su fuerza y su dirección te ayudarán a caminar entre las espinas. Debes tomar tiempo para oler la fragancia de las rosas.
Si te diriges hacia Dios con un oído atento y dejas de correr sin rumbo, vas a descubrir que tu vida tiene un propósito y disfrutarás de todo lo bueno y hermoso que Él tiene para ti.
Las personas que miran hacia atrás, reflexionando, y hacia adelante, son las que cosechan más, porque mirando al pasado, rescatan de sus experiencias las cosas que les servirán para resolver los desafíos del presente y deciden qué semillas plantarán para lograr los éxitos del futuro.
Dios está presente en cada etapa de nuestra vida, instándonos a aprender de las experiencias y los logros, para que nuestros jardines alcancen el máximo de su potencial y belleza.
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