Cuando nos dieron esta respuesta, comenzamos a pensar cuál sería la zona segura a la que nos deberíamos dirigir, caso de que la alerta fuera real y cuánto nos demoraríamos en ello, los efectos que tendría en los niños y niñas con quienes trabajamos una noticia así, y las ganas que nos darían de correr a nuestro hogar. En fin, nos dábamos cuenta de que ese lugar sería seguro sólo físicamente, puesto que nuestros corazones estarían inquietos de igual modo.
Conozco un lugar seguro en donde hay paz física y mental, un lugar en el que te puedes refugiar y nunca más sentirás esa sensación de indefensión o vulnerabilidad. Este lugar no requiere de mucho desplazamiento ni de mucha energía por tu parte; por el contrario, requiere que te dejes proteger y cobijar. Este lugar son los brazos de Jesús.
En un mundo donde todo es incertidumbre, en un país como el mío, Chile, que quedó marcado en su historia como uno de los escenarios, donde ocurrió uno de los terremotos más fuertes, registrados en los anales de los seísmos, tener un lugar seguro no deja de ser vital y trascendente. Pensar en adquirir un búnker (sí, la gente comenzó a comprarlos) y hacer un buen seguro de vida, pareció ser la práctica más eficiente para quienes no tienen otro lugar seguro, pero indudablemente, los brazos de Jesús son el mejor búnker y el mejor antisísmico que podamos adquirir, y lo mejor de todo, es que nosotros no lo compramos; Él mismo lo compró y nos lo ofrece para que podamos vivir tranquilos. Como buen judío, Jesús fue un gran comerciante y negociador.
Los brazos de Jesús te ofrecen tranquilidad en la tormenta, suelo firme en el terremoto de tu vida y una tierra seca en el tsunami de tus decisiones. Te ofrecen también la libertad de quererlos o no, no es como el cargo obligatorio de una tarjeta de crédito o de una tienda comercial, nadie te pregunta si quieres cancelar o no. Jesús no es así, Él no te obliga a nada, Él sólo despliega sus acogedores brazos y te invita a acercarte; es más, te invita a acercarte para que veas si Su abrazo te gusta o no, si te acomoda o no, y si no te acomoda, te espera hasta que quieras recibir sus brazos, y si vuelves, no te pregunta ni te reprocha nada. Ese es Jesús, no el personaje mítico de pelo largo y ojos claros que sale en las películas de semana santa. Ni el que con su dedo poderoso manda rayos del cielo, para que te castigue cuando te equivocas, ese no es Jesús, ese es el que la religión ha querido que tú creas que es, para mantenerte cautivo por el terror.Jesús no aplica la cultura del terror, Él envía señales de alerta como la que llegaba al móvil de mi amigo, pero adicionalmente te entrega la zona segura, para que te puedas cobijar del temor que te pueda producir la noticia. Él no tira la piedra y esconde la mano, como dice el dicho popular, Él ni tira la piedra ni esconde la mano, Él detiene las piedras con Sus propias manos, hace que las piedras pasen a través de Sus heridas. Ése es Jesús, esa es mi zona de seguridad.
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