Ahora bien, hay que entender el término “justicia”, porque hay personas que esperan recibir lo que quieren de parte de Dios, cuando lo primero que tienen que recibir es su perdón y su misericordia; es decir, nuestras peticiones son obstaculizadas cuando no estamos a cuentas con Dios, cuando nuestro corazón está apartado de Él. Es difícil que Dios escuche nuestras oraciones, cuando nosotros nos hemos apartado de su presencia a causa del pecado; somos nosotros, los que en la mayoría de las ocasiones interrumpimos las bendiciones del Señor en nuestras vidas. El pecado nos separa de Dios; no es que Dios se aleje de nosotros, no es que Él no nos escuche, no es que Él nos haya abandonado; somos nosotros los que cuando pecamos, inmediatamente nos alejamos de Él, pues Él es Santo, y no puede haber comunión entre la luz y la oscuridad; nuestros pecados le alejan, y es ahí cuando quizá nuestras oraciones no alcanzan a llegar al corazón de Dios.
Debemos arrepentirnos de corazón delante del Señor una vez entramos en su Presencia, para poder pedir su gracia, su misericordia y sus milagros. “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean perdonados. La oración del justo es poderosa y eficaz”. Santiago 5:16 (Nueva Versión Internacional).Si vivimos conforme la justicia del Señor, Él inclinará sus oídos a nuestras oraciones y su misericordia vendrá pronto a nuestro encuentro. No te afanes ni te angusties si tus oraciones aún no han sido respondidas; confía en Él, en sus tiempos, en su poder, Él te sorprenderá. No le digas a Dios cómo tiene que obrar, déjale actuar a su manera; en ocasiones pretendemos darle instrucciones al Señor y olvidamos que Él es Soberano y perfecto, que todo lo que Él haga estará bien, porque Él sabe realmente qué es lo que necesitamos.
Antes de pedirle, ponte a cuentas con Dios, no pretendas recibir algo de su parte cuando no le estás dando nada; Él no necesita sacrificios, holocaustos, penitencias, Él necesita tu corazón, que te rindas a Él por completo, que te apartes del mal y te unas a su divina presencia cada día de tu vida, por medio de la fe que tienes en su Hijo Jesucristo. Él quiere que repudies el pecado y te unas con Él en su santidad, para que así puedas comunicarte con Él sin obstáculo alguno.
“Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. 1 Juan 1:9 (Nueva Versión Internacional).
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