Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme.” Entonces los justos le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer; o con sed, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recibimos; o desnudo, y te cubrimos? ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y te visitamos?” Y el Rey les responderá: “De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron.”
Mateo 25:35-40
Cuando das pan al hambriento, no hay nada más gratificante que ver su sonrisa; en una sonrisa lo puedes ver.
Cuando vas y visitas al anciano abandonado, compartes con él y le haces sonreír, ahí lo puedes ver.
Cuando visitas al enfermo que ya no tiene esperanza, tú se la das con tu compañía.
Cuando perdonas la ofensa más grande que te haya herido, esa otra persona puede ver a Dios en ti.
Cuando eres capaz de detenerte, en lo afanoso de la ciudad, para ayudar a cruzar la calle a alguien, brillará la luz de Jesús a través de ti.
En una sonrisa que dés, o que te respondan con una igual por poner en práctica tu amor hacia el prójimo como a ti mismo, lo puedes ver, sí, a Jesús.
Les comparto esta canción de Jesús Adrián Romero que tiene que ver con esta reflexión.
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