Leí en una oportunidad el siguiente relato, cuyo autor desconozco, pero que me place compartirlo con vosotros, hermanos lectores:
Trata de un pintor que había preparado una interesante exposición. El día de la inauguración la casa estuvo llena; asistieron autoridades, fotógrafos, periodistas, artistas, críticos y muchos invitados más. Era obvio: el expositor era un famoso y reconocido artista.
Todos los concurrentes estaban admirados observando las obras del expositor, pero, indudablemente, el cuadro que más llamó la atención, fue uno donde aparecía la figura de Jesús en actitud de tocar la puerta de una casa. Concretamente, la pintura mostraba al Maestro con el oído cercano a la puerta, como intentando obtener alguna respuesta de parte de quien estuviese dentro.
En eso, un crítico de arte se acercó al artista y le dijo: “¡Maestro, acabo de descubrir un error garrafal en su cuadro, pues la puerta que usted ha pintado y que allí está tocando Jesucristo, no tiene cerradura!…De ahí que, si aplicamos la lógica, la pregunta que me viene a la mente es: si la puerta no tiene cerradura, ¿cómo haría Jesús para abrirla?, ¿o para entrar?”
El pintor, con mucha calma, tomó su Biblia, la abrió y la empezó a hojear, hasta que se detuvo en una de sus páginas, leyendo en voz alta lo siguiente: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
Terminada la lectura, el artista plástico le dijo al crítico: “¿Comprende ahora?… esto que he pintado representa, no una puerta común y corriente, sino la puerta del corazón del hombre. Y una característica de esa puerta es que no tiene cerradura por fuera; sólo se abre por dentro.
Queridos amigos: Quién sabe si el Señor estuvo o está tocando la puerta de tu corazón. Sin embargo, respetuoso como es, no entrará mientras tú, desde dentro, no decidas abrirle.
Así es que anímate; toma la decisión de tu vida abriéndole la puerta e invítale a pasar para quedarse, no sólo por un tiempo como una visita más, sino para siempre, como dueño exclusivo de tu corazón.
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