Esta perspectiva me ha ayudado después a ver que no hay camino hacia la felicidad. La felicidad es el mismo camino. Así que, atesoremos cada momento que tengamos. Y atesorémoslo más porque lo compartimos con alguien especial, lo suficientemente especial como para invertir nuestro tiempo, y recordemos que el tiempo no aguarda a nadie. Así que, dejemos de esperar hasta que…
-Terminemos nuestros estudios o volvamos a ellos,
-Perdamos diez kilogramos o los ganemos,
-Tengamos hijos o éstos dejen el nido,
-Comencemos a trabajar o nos jubilemos,
-Nos casemos o nos divorciemos,
-Llegue el viernes por la noche o el domingo por la mañana,
-Tengamos un nuevo coche o vivienda nueva y estén pagados,
-Llegue la primavera, el verano, el otoño o el invierno,
-Dejemos de vivir del seguro de desempleo,
-Llegue el primero de mes o el quince,
-Toquen nuestra canción,
-Hayamos bebido o estemos sobrios,
-Muramos o nazcamos de nuevo,
Decidamos que no hay mejor tiempo que ahora mismo para ser felices. La felicidad es una travesía y no un destino.
¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera. Salmo 1:1-3
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