sábado, 2 de marzo de 2013

Practicantes - Devocional

La vida es más fácil cuando aprendemos que dependemos de Dios y es más difícil cuando nos olvidamos de Él.
A veces, las mismas situaciones de la vida hacen que perdamos el enfoque del cristianismo, a veces podemos estar “cerca de Dios” y al mismo tiempo muy lejos.
Lo que en realidad determina el grado de cercanía que tengo hacia Dios, es mi capacidad de dependencia que tengo de Él, es decir, que cuanto más comprendo que dependo de Él, mejor relación forjo con Él.
A veces olvidamos que la oración, la lectura de la Biblia, el ayunar o congregarnos son parte de nuestra cultura cristiana y que cada una de esas actividades tienen como objetivo mantenernos cerca de Dios, además de que aumentan nuestro conocimiento de Él y al mismo tiempo nos hacen madurar espiritualmente.
No podemos ir por la vida sin realizar estas actividades, no podemos llamarnos cristianos si no oramos, si no leemos la Palabra de Dios. Para un cristiano es importante llevar a cabo estas actividades, porque son las que le dan vida espiritual, son las que nos mantienen de pie en la lucha diaria que mantenemos.
Puede que, sin darte cuenta, hayas dejado de orar, que sin darte cuenta ya no leas la Biblia como solías hacerlo, que sin darte cuenta hayas dejado de congregarte, y todo ello te ha llevado a ser una persona fría ante la presencia de Dios.
Quizá eres de las personas que dicen que ya no sienten la presencia de Dios, quizá hoy día ves como otros lloran delante de la presencia de Dios u otros se gozan, y, entonces, piensas cómo en otros tiempos tú también percibías de una manera especial la presencia de Dios, y cómo ahora todo es diferente.
Sería bueno que hicieras, ahora, una auto reflexión de ti mismo, que fueras sincero al reconocer que ya no haces lo que antes te gustaba hacer, como orar, leer la Palabra de Dios, servir en diferentes ministerios, etc.
Lo que hace que nosotros, los hijos de Dios, nos mantengamos firmes, es el hecho de practicar una vida cristiana real, no sólo ser cristianos de nombre, sino ser practicantes del cristianismo, seguir los ejemplo de Cristo, llevar una vida que realmente agrade a Dios en todo lo que hagamos. Si hacemos esto, entonces somos bien llamados cristianos, y si no, entonces sólo nos quedaremos con el nombre, porque realmente no seremos practicantes.
Es momento de comenzar a vivir una vida cristiana pragmática, que convirtamos la teoría en una práctica real. Ser cristiano es eso, vivir de tal forma que, sin necesidad de declarar que lo somos, la gente lo note a través de nuestra práctica diaria.
Regresemos a esos tiempos en donde nos gozábamos de ser cristianos, en donde practicábamos esa vida cristiana real, en donde disfrutábamos de cada cosa y en donde realmente éramos practicantes.
A partir de ahora, no seamos más cristianos sólo de conocimientos, sino cristianos practicantes.
Es hora de salir y demostrar en quien hemos creído con nuestra forma de vivir, con nuestra forma de practicar la verdadera vida, es hora de regocijarnos en Cristo Jesús.

¡Seamos practicantes!

“No sólo escuchen la palabra de Dios, tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. Pues, si escuchas la palabra pero no la obedeces, sería como ver tu cara en un espejo; te ves a ti mismo, luego te alejas y te olvidas cómo eres. Pero si miras atentamente en la ley perfecta que te hace libre y la pones en práctica y no olvidas lo que escuchaste, entonces Dios te bendecirá por tu obediencia.” 

Santiago 1:22-25 (Nueva Traducción Viviente)

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