viernes, 1 de marzo de 2013

Peligrosa vanidad - Devocional - vídeo

vanidad
Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Ezequiel 28: 17 (Versión Reina-Valera 1960). 


Estaban dos estrellas en el cielo conversando, una pequeña, que acababa de nacer y era apenas perceptible, y otra de mucho tamaño y de gran esplendor. En esto que la pequeña estrella, intrigada por el gran tamaño de su vecina, le pregunta: disculpa, no puedo evitar notar tu gran iluminación, ¿qué has hecho para llegar a ser tan bella?. Su vecina, con voz triste, responde: mi nombre es Supernova, hace mucho tiempo fui una pequeña estrella como tú, pero me enamoré de mi propio brillo, y me propuse cada día aumentar mi resplandor, todos los días me movía con gran fuerza, liberaba grandes cantidades de energía, lo que me hacía crecer y brillar cada vez más, era la estrella más grande y brillante del universo, irradiaba colores nunca antes vistos...; la pequeña estrella estaba maravillada pero a la vez confundida, y no entendía el por qué de la tristeza de su vecina, pero aquella, amargamente, continuó diciendo: lamentablemente, sin saberlo, la vanidosa gloria ocultaba en su espalda a la tenebrosa muerte, y ya es demasiado tarde para mí: me he engrandecido en gran manera y no hay vuelta atrás, he gastado tanta energía para aumentar mi tamaño que, sin darme cuenta, ha aumentado mi temperatura de una manera incontrolable, ahora me depara una terrible explosión, seré un espectáculo a la vista de todos. ¡Qué humillante! ¡Ni siquiera podré contar con un discreto final! y, por si esto no fuera poco, me convertiré en un triste agujero negro. ¡Quién diría que mi propia belleza, mi motivo de orgullo, se convertiría en el motivo de mi expiración!, por eso, pequeña estrella, te recomiendo que no te afanes en gastar energía en crecer más de lo que te corresponde, haz tu trabajo de brillar pero cuida tu energía y así tendrás una larga vida en este cielo.
Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido. Lucas 14:11  (Versión Reina-Valera 1960). 
Nuestro Dios nos ha creado con una belleza única que muchas veces no está a la vista de todos, algunas veces es externa pero otras veces es interna. Ser muy inteligentes, hábiles en los negocios, excelentes cantores, grandes líderes, cultos maestros, o sabios predicadores, puede hacernos sentir orgullosos de un don que no es nuestro, sino que proviene de Dios. La vanidad, por muy superficial que parezca, es bastante peligrosa; a simple vista parece inofensiva, pero disimuladamente va de la mano del orgullo, la soberbia y la autosuficiencia; esto nos puede hacer creer que no necesitamos aprender más, o que no necesitamos de nadie porque nuestra belleza externa o interna nos basta. La vanidad hizo que Satanás creyera que por su gran belleza y nivel podía a llegar a ser semejante al altísimo, y más tarde le llevó a una rebelión, su autosuficiencia le llevó a creer que no necesitaba de Dios, sino que en cambio podía gobernar y levantar su trono en las alturas junto a las estrellas de Dios (Isaías 14:12-17). Por esto no subestimemos el riesgo de la vanidad, recordemos que un poco de levadura fermenta toda la masa (Gálatas 5:9), es decir, hace falta muy poco para contaminar un todo. Cuidemos, pues, nuestros corazones y mantengámonos en oración haciendo todo el trabajo que nos corresponde, con humildad.

No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.

Filipenses 2:3 (Nueva Versión Internacional).


No hay comentarios:

Publicar un comentario